—Sí, sí, con razón no podía recordar estas cosas —intervino apresuradamente Chen Hongwei, aferrándose al salvavidas como un hombre ahogándose—. Resulta que fue durante la comida que Lin Zhiyi organizó la última vez. Me emborrachó para sacarme estas palabras. ¿Cómo podría considerarse eso legítimo?
Al escuchar esto, el corazón de Lin Zhiyi dio un vuelco, sus labios se entreabrieron, pero no salió ningún sonido, como si una fuerza invisible la hubiera congelado en su lugar.
Todavía no había considerado todo a fondo.
Había anticipado que Chen Hongwei lo negaría todo, pero no esperaba que admitiera sus palabras de esa manera.
Gong Yan bajó elegantemente del escenario y se acercó a Lin Zhiyi, extendiendo su mano.
—Zhiyi, creo que tú no robarías el zafiro, debe haber algún malentendido aquí. Confía en mí, te ayudaré.
Qué movimiento tan inteligente para avanzar retrocediendo.
Lin Zhiyi lo miró con furia, pero aun así, él seguía sonriendo.