Después de que Gong Chen se fuera, Lin Zhiyi se apoyó contra una columna, perdida y devastada. La vasta extensión de nieve en el exterior reflejaba su tez exangüe.
Se apoyó en la columna y avanzó, bajo las sedas rojas recién colgadas.
Bailaban con el viento, pero ella permanecía inmóvil como la muerte.
De vuelta en su patio, Lin Zhiyi se acostó incómodamente en la cama de la habitación de invitados, sin que la nueva ropa de cama le proporcionara ninguna sensación de seguridad.
Finalmente, cerró los ojos aturdida.
...
Gong Chen estaba sentado en el sofá, con las yemas de los dedos apoyadas en la frente, sus largas pestañas entrecerradas, ocultando las emociones en sus ojos.
—Tercer Joven Maestro, has vuelto —dijo Sang Ran.
Sang Ran se acercó alegremente y, al ver su abrigo sobre el sofá, inmediatamente, con un toque de virtud conyugal, lo recogió para alisar las mangas.
—He ordenado el guardarropa. ¿Quieres que lo cuelgue?
—Mm —respondió Gong Chen distraídamente.