chapter 3

La celda estaba fría y oscura, iluminada únicamente por la tenue luz de una linterna en el pasillo exterior. Obito estaba sentado en el suelo, con las manos y los pies encadenados. Su cuerpo estaba completamente sellado, incapaz de usar chakra, y sus ojos estaban cubiertos con vendajes especiales que bloqueaban el Sharingan y el Rinnegan. A pesar de todo, su mente permanecía activa, llena de pensamientos y recuerdos. 

De repente, oyó pasos acercándose. Era un sonido familiar, uno que reconoció incluso en la oscuridad. 

—Kakashi —murmuró Obito, sin necesidad de verlo. 

—Obito —respondió Kakashi, deteniéndose frente a la celda. Su voz era tranquila, pero con un peso de tristeza y preocupación—. Vine a verte. 

Obito no respondió de inmediato. Sabía que Kakashi no estaba allí solo por cortesía. Había algo más tras su visita. 

—¿Qué quieres? —preguntó finalmente, con un tono entre resignación y curiosidad. 

Kakashi se apoyó contra la pared fuera de la celda, cruzando los brazos. 

—Quiero entender. Después de todo lo que pasó, después de todo lo que hiciste... ¿por qué nos ayudaste a derrotar a Kaguya? ¿Qué cambió en ti? 

Obito dejó escapar una risa amarga. 

—¿Qué cambió en mí? Esa es la pregunta, ¿no? Quizás nada. Quizás todo. 

Kakashi lo observó atentamente, aunque Obito no podía ver su expresión. 

—No lo entiendo. Después de todo el mal que causaste, después de todo el dolor... ¿por qué decidiste ayudarnos al final? 

Obito suspiró, sintiendo el peso de la verdad en su pecho. 

—Quizás me di cuenta de que estaba equivocado. O quizás... simplemente no quería morir sin hacer algo bueno por una vez. 

Kakashi se quedó en silencio por un momento, tratando de procesar las palabras de Obito. 

—Ese no suena como el Obito que conocí. El Obito que conocí estaba dispuesto a destruir el mundo por su ideal. 

—La gente cambia, Kakashi —respondió Obito—. O quizás... nunca pudiste verme como realmente era. 

Kakashi frunció el ceño, confundido. 

—¿Qué quieres decir con eso? 

Obito se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas. 

—Nada. Solo que... quizá no sabes tanto de mí como crees. 

Kakashi miró hacia abajo, sintiendo un nudo en el estómago. 

—Los Kage de las otras aldeas insistieron en que permanecieras en prisión. Dicen que es necesario para mantener la paz. 

Obito asintió lentamente, como si ya lo hubiera esperado. 

—No me sorprende. Después de todo, soy Obito Uchiha, el criminal de guerra. Haga lo que haga ahora, el pasado siempre estará ahí. 

Kakashi se acercó un poco más a la celda, bajando la voz. 

—No es justo. Después de todo lo que hiciste al final, después de ayudarnos... te mereces una segunda oportunidad. 

Obito se apoyó contra la pared, sintiendo el frío metal contra su espalda. 

—La justicia rara vez es justa, Kakashi. Pero tal vez... tal vez esto sea lo que necesito. 

Kakashi se quedó en silencio por un momento, sintiendo el peso de la situación. 

—No te dejaré sola —dijo finalmente—. Haré lo que pueda para ayudarte. 

Obito asintió, aunque sabía que las palabras de Kakashi eran más un consuelo que una promesa. 

—Gracias, Kakashi. Eso significa más de lo que crees. 

Cuando Kakashi se fue, Obito se quedó solo en la oscuridad de su celda. Sus pensamientos volvieron a su situación, a su identidad. 

—Edward... ese nombre ya no significa nada aquí. Este cuerpo, estos recuerdos, este destino... todo es de Obito Uchiha. No puedo seguir negándolo. 

Con un suspiro, Obito se apoyó contra la pared, sintiendo el peso de las cadenas en su cuerpo. 

—Soy Obito Uchiha —murmuró para sí mismo, como si decirlo en voz alta lo ayudara a aceptarlo—. No importa cómo llegué aquí, no importa quién era antes. Ahora soy él, y debo afrontar las consecuencias de sus actos. 

Cerró los ojos, imaginando los rostros de Rin, Kakashi y Minato. Todos los recuerdos de Obito fluyeron por su mente, mezclándose con los suyos. 

—Si este es mi destino, lo acepto. Soy Obito Uchiha y soportaré lo que me espere. 

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Fuera de la celda, Kakashi caminaba por el pasillo, con la mente llena de preguntas sin respuesta. 

—Hay algo en él que no entiendo. Algo que no me cuadra. Pero no sé qué es. 

Mientras tanto, Obito se preparaba mentalmente para lo que se avecinaba. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba decidido a recorrerlo. 

—No importa cuánto tiempo me quede aquí —murmuró—. No importa lo que me hagan. Soy Obito Uchiha y encontraré la manera de redimirme.