—Vamos, entremos y echemos un vistazo. Si sigue siendo una píldora negra, aunque sea muy fragante, no podemos comerla.
—Eso es seguro. Entremos.
Unos hombres corpulentos entraron rápidamente en la Sala de Alquimia y encontraron que la habitación estaba vacía. No había nadie dentro, solo unas pocas píldoras negras en el mostrador.
Cuando la multitud vio estas píldoras negras, instintivamente se resistieron y quisieron marcharse.
Sin embargo, cuando olieron la fragancia de la píldora que venía de la Sala de Alquimia, se volvieron curiosos.
No se atrevían a acercarse a la Sala de Alquimia. Si llegaran a afectar al Alquimista, las consecuencias serían inimaginables. Eran aventureros de bajo nivel y no podían permitirse ofender al Alquimista.
Así, los hombres corpulentos esperaron en silencio, babeando.
El tiempo pasó lentamente, y la rica fragancia medicinal alcanzó gradualmente su punto máximo.