—Tengo una buena relación con el Emperador Celestial. Él no me detendrá —dijo Li Daokong sonriendo con confianza.
En los innumerables mundos, ¿quién podría negarse a convertirse en su discípulo?
Han Jue permaneció en silencio.
Estaba ansioso.
¿Por qué el Emperador Celestial no había aparecido todavía?
¿No había escapado?
—Obtuve gran providencia en la última Calamidad Inconmensurable y ya tengo la experiencia para lidiar con ella. En cuanto al Dao de la Espada, nadie en el Mundo Inmortal puede compararse conmigo —sonrió Li Daokong.
¡Qué arrogante!
Han Jue no podía soportarlo más.
Esta persona era demasiado confiada.
Han Jue sentía que esta era una versión poderosa de Ji Xianshen.
En ese momento, sonó una voz:
—Li Daokong, ¿te atreves incluso a robar mi talento?
¡El Emperador Celestial!
Han Jue se sorprendió gratamente y se sintió aliviado.
Una figura apareció frente a él. Era el Emperador Celestial.