—¡ ! !
Cuando escuchó esto, casi saltó de su silla.
Su expresión no cambió, pero su corazón seguía hundiéndose.
¿Lo habían descubierto?
Como era de esperar, había sido demasiado precipitado y no había pensado bien las cosas.
¿Qué debería hacer ahora?
El valor del dragón estaba muy claro en su corazón. Si Harriet Terrence quería robárselo por la fuerza.
¿Podrían él y Du Lu derrotar a un mago de nivel santo?
Joelson rápidamente pensó en una solución en su mente.
—Oh, no, no, no. Por favor, no me malinterpretes, Joelson —dijo Harriet Terrence con cierta angustia—. Quizás no debería haber preguntado tan directamente. No pretendía culparte en absoluto, ni tenía otros pensamientos. Es tu suerte. Es el favor del Dios de la Magia. Me alegro por ti.
Joelson miró fijamente a los ojos de Harriet Terrence.
Era sabio y experimentado, tan profundo como el cielo estrellado nocturno, y tranquilo y claro.
Realmente no tenía ninguna malicia.