—¿Sheila fue a buscar a Joelson otra vez? ¡Mejor que se vaya con nuestro grupo de mercenarios!
—¡Jajaja! Tienes razón, nuestro Joelson es poderoso y es un joven genio. ¡Seguirlo tiene mejor futuro que quedarse en una pequeña Cámara de Comercio!
—¡Cállense! ¡Montón de idiotas! ¿No pueden callarse con tantas monedas de oro? —maldijo enojado y ansioso un viejo gordo.
—¿Y qué si eres un joven genio? Solo eres un plebeyo. Sheila será condesa en el futuro —susurró el viejo mirando a Joelson de nuevo.
El rostro de Sheila estaba rojo. Ignoró la mirada de todos y corrió al lado de Joelson, agachándose y ofreciéndole agua.
—Hermano Joelson, bebe un poco de agua.
Joelson le sonrió. Su apariencia cada vez más atractiva hizo que Sheila se sonrojara y bajara la cabeza tímidamente.
Joelson abrió la botella para humedecer sus labios y se la devolvió a Sheila.
—Hermano Joelson, ¿cuántos días faltan para llegar a la ciudad? —preguntó Sheila de repente.