—Ayúdame a traducir, Godfrey. Dile que ya ha fallecido. El contrato que su amo hizo con él ya no puede restringirlo. Puede decirlo sin preocupación. Además, ¡no tiene que preocuparse de que su amo tenga problemas con él y se vengue de él! —dijo Joelson con el ceño fruncido.
Si no podía obtener información útil después de tanto esfuerzo, entonces este viaje habría sido una pérdida.
Godfrey asintió y abrió la boca para traducir las palabras de Joelson.
En otro páramo del Inframundo.
El enviado real se sentó en una alta montaña con los ojos cerrados. El fuego del alma en sus ojos estaba saltando.
Estaba meditando.
Su sentido espiritual era como la seda de una araña, extendiéndose a los alrededores y percibiendo todo lo que sucedía en unos pocos miles de kilómetros.
—¿Eh? —el enviado real abrió repentinamente los ojos.
—¿Qué está pasando?
El enviado real se puso de pie de repente, sus ojos llenos de conmoción y duda.