Thio sonríe, pone sus manos en la cintura sientiendo confianza plena.
—¡No os preocupéis... Mí amigo Pat...!
—¡Es Matt!
El hombre gordo lame el suelo, mientras los dos compañeros daban pasos atrás, desesperado por no perder ni una gota del líquido carmesí. Luego se levanta con furia y toma una espada de la pared.
Thio mete la mano en su capa y saca…
—¿Una funda de espada? —pregunta Matt, incrédulo.
Thio ríe mientras se rasca la cabeza.
—Ah, cierto… vendí la espada.
—¿Y crees que así le ganarás al gran emperador? —se ríe con desdén—. Con tan solo cuatro monedas de plata, él consiguió todo lo que ves aquí. Nunca vencerás al heredero del Gran Tigre Siberiano Blanco.
—¡Wow! ¿Un tigre blanco? Quiero verlo —responde Thio, acariciándose la barbilla con curiosidad.
—¡Ser repugnante! ¿Acaso osas ignorar mis palabras?
—brama el emperador, indignado—. ¡Atacadlos, vasallos! ¡Están desprotegidos!
En ese momento, 2 soldados con lanzas, salieron de la misma puerta secreta.
—¡Thio, qué hacem...! —grita Matt, pero antes de terminar la frase, Thio lo sujeta por la camisa de terciopelo y lo lanza hacia la hoz.
—¡Coge la Oz Carmesí, Scat!
—¡Eso ni siquiera se acerca a mi nombre! —se queja Matt mientras cae cerca de la oz.
—Tú nos defenderás mientras busco un arma que realmente sepa usar.
—¿¡Espera, qué!? ¿Entonces para quién es la oz?
—Para ti —responde Thio, sacudiendo su funda en el suelo para ver qué tiene dentro. Mientras tanto, los guardias se acercan con lanzas en mano.
—Si corren ahora, al menos les dejaré irse con un brazo —dice Thio con una sonrisa irónica mientras sigue buscando algo en su funda con una mano y con la otra sostiene las lanzas que intentan clavarse en él. Una de ellas logra herir su hombro.
Thio chistea
—¡Catt, rápido, tráeme la oz!
—¡Es Matt, y pesa... mucho! —se queja Matt, arrastrándola por el suelo.
—Tengo que dejar de reclutar soldados con poca creatina… ¿qué opinan ustedes? —comenta Thio, mirando a los guardias, que empiezan a temblar de miedo al ver que no pueden arrancar sus propias lanzas de su agarre.
El emperador observa la escena con incredulidad.
—¿Qué clase de hombre eres tú?
—Soy el mejor cliente de la taberna Sirena de Cola Dorada —responde Thio, sonriendo al encontrar por fin una jarra de cerveza en su funda.
—¡Genial, justo lo que necesitaba! —añade, dando un largo trago.
De repente, con una fuerza descomunal, jala a los guardias que lo rodean, estrellando la jarra contra la cabeza de uno de ellos, dejándolo inconsciente.
—Lástima, este no aguanta mi nivel de embriaguez…
—se burla.
El otro guardia, más astuto, intenta clavarle la lanza en el espalda, la esquina pero logra herir levemente su hombro, reacciona Thio se gira de frente . Sin embargo, en un movimiento rápido, atrapa la lanza con ambas manos y acerca al guardia hasta quedar casi cara a cara.
—¿Sabes? Cuando veo sangre… me pongo bien loco —susurra con una sonrisa siniestra.
Las palabras bastan para aterrorizar al soldado, pero antes de que pueda reaccionar, Thio le arrebata la lanza y la coloca en su cuello, asfixiándolo.
El emperador aprieta los dientes, furioso.
—¡Que más tienes para mí, empegordor!—
—¡Se dice emperador, desgraciado! —grita antes de alzar el talón y golpear el suelo con fuerza, abriendo una grieta que se extiende hasta donde está Thio.
El joven esquiva con un salto, quedando con las piernas abiertas sobre el agujero que se había formado en el suelo.
—Uy… un poco más y quién sabe —Thio sonríe divertido.
—¡Deja de jugar y ayúdame! —Matt sigue arrastrando la pesada Oz.
—¡Quita tus sucias manos de mi arma sagrada ! —grita el emperador, furioso. Lanza un cuchillo directo a la frente de Matt, pero antes de que se clave, Thio lo atrapa con dos dedos y lo devuelve con precisión. La hoja de el cuchillo roza la mejilla del emperador, dejando un corte sangrante.
—¡Desgraciado…! ¡Guardias! ¿Dónde carajos están?
De pronto, cuatro guardias más aparecen y rodean a Matt y a Thio.
—¡¿Qué hacemos, qué hacemos?! —Matt tiembla de miedo. Aprieta con fuerza la Oz sin darse cuenta de que ha activado un mecanismo oculto en el mango.
Una afilada punta de cristal surge de la empuñadura y atraviesa su dedo.
Matt grita de dolor mientras observa un líquido negro recorrer sus venas.
—Thio… no me siento muy… —Su voz se torna rasposa y profunda, como si algo dentro de él hubiera despertado.
Matt muestra una sonrisa macabra.
—No... ¡Me siento Excelente!.
—Oye… ¿estás bien? —pregunta Thio, sujetándolo por los hombros, preocupado.
Los ojos de Matt se ennegrecen y un líquido espeso y oscuro comienza a salir de ellos.
Thio reacciona rápidamente y patea la guadaña, haciéndola caer de las manos de su amigo.
—¿Qué… qué pasó? —pregunta Matt, recuperando la conciencia.
—Bienvenido de nuevo.
Thio levanta la Oz con facilidad. Su expresión cambia por completo: su humor desaparece y una imponente aura plateada lo envuelve.
—¿Estás bien… compañero? —Matt lo mira, asustado por la transformación de su amigo.
—Puede decirse que… las cosas se pondrán un poco duras, Matt.
—¡Mi nombre es… ah, espera, lo dijiste bi—
Antes de terminar su frase, un estruendo sacude la habitación.
El suelo tiembla por un instante. Ni Matt ni el emperador logran ver qué ha ocurrido.
Los cuatro soldados continúan de pie, rodeándolos… pero lentamente, sus cabezas comienzan a deslizarse de sus cuerpos hasta caer al suelo, rodando hasta los pies del emperador.
El líder tirano, al ver la masacre, comienza a temblar y a sudar.
—Creo que es tu turno… emperador —dice Thio, acercándose lentamente.