—¿Una espía?
Amón y Backo estaban perplejos.
Backo casi vomita sangre.
Una luz dorada emanaba de su cuerpo como un cáncer impreso en él. En la parte donde Yuecha atacó, había un signo de Buda dorado brillando como la estrella más brillante en el cielo nocturno.
«¿Es esto un... signo de Buda?», pensó Backo. Sus pupilas se dilataron. Estaba tan sorprendido que casi gritó como si hubiera visto un fantasma. «¿Estás loca? ¡Somos demonios! ¡¿Y tú vas y practicas el Budismo?!»
Amón salió de sus pensamientos.
—¡Poseída! ¡Yuecha está poseída! Dime, ¿quién eres?
—¿Quién era yo antes de nacer? ¿Quién soy cuando nazco? ¿Quién soy cuando crezco? ¿Quién soy cuando cierro los ojos? —Yuecha miró a Amón con una mirada asombrosa, sus ojos llenos de asombro—. Eres tan sabio. Has hecho una pregunta tan fundamental. Estás destinado a ser un Budista.
Amón quedó atónito.
—¡¿Destinado?! Yuecha, ¿te has vuelto loca? ¿Cuándo te volviste así?