En el aire, las sombras pasaban. Muchas de ellas no se conocían entre sí. Cuando intercambiaban miradas, se juzgaban por sus apariencias y se comparaban.
Mientras tanto, un anciano estaba sentado sobre el lomo de un Toro flamígero. Estaba bebiendo cerveza y parecía estar desafiando a los demás que pasaban. Tenía una sonrisa en su rostro.
Debajo de sus nalgas había un Toro flamígero con fuego salvaje. ¡Sus cuatro pezuñas corrían, no sobre nubes sino sobre llamas!
Con cada paso, el aire se estremecía con un fuerte sonido. Además, las llamas azotaban el área circundante. Su velocidad no solo era rápida, sino que también escupía fuego. Su temperamento era muy impactante, y definitivamente era una vista rara en el aire.
El anciano miraba a los demás con desdén.
—En términos de vuelo, ¿quién puede ser más llamativo que yo? —dijo con orgullo.
Mientras tanto, el Toro flamígero de repente abrió los ojos.