La noche estaba oscura y estrellada.
El festín de mariscos había terminado, y muchas personas estaban física y mentalmente exhaustas. La mayoría de ellas ya estaban profundamente dormidas. Sin embargo, muchas fruncían el ceño. Tal vez ni siquiera encontraban paz mientras soñaban.
Él solo esperaba que el tiempo pudiera sanar todas esas heridas. Wang Teng miró al cielo nocturno y suspiró.
Cuando se dio la vuelta y vio a todos profundamente dormidos, sintió una calma inexplicable en su corazón. Al menos su familia y amigos no tenían que pasar por todo esto. En ese momento, finalmente entendió los beneficios de ser poderoso.
No era solo para él mismo, sino también para aquellos a su alrededor.
—¿Por qué no estás dormido? —una voz suave lo despertó de sus pensamientos.
Wang Teng miró a Lin Chuhan, que estaba acostada cerca con la Madre Lin, y sonrió—. Voy a cultivar un rato más. Ve a dormir.