—¿70.000 monedas de oro?
Meng Lei soltó un resoplido frío.
—¡100.000 monedas de oro! ¡Ni una moneda menos!
—¿10... 00.000?
El apuesto muchacho se desplomó y casi se cae al suelo. Sus labios temblaban mientras su rostro se tornaba verde.
—Her... Hermano mayor, ¡realmente no puedo conseguir 100.000 monedas de oro!
¡Bang!
¡La pierna de Meng Lei salió disparada, enviando instantáneamente al apuesto muchacho por los aires. Luego extendió la mano y lo agarró!
—¡Escucha! ¡No estás en posición de negociar! —dijo Meng Lei con expresión fría—. Puedes pagar con monedas de oro... ¡o con tu vida!
—¡Monedas de oro! ¡Pagaré!
Al sentir la intención asesina en los ojos de Meng Lei, el apuesto muchacho estaba tan asustado que casi se orina en los pantalones. Sus pensamientos giraban rápidamente como un tambor de perdigones.
—¡Sí! ¡Estoy dispuesto a dar 100.000 monedas de oro como compensación!
—¡Muy bien!
Meng Lei asintió mientras se giraba hacia los otros dos.