Después de que Meng Lei quitara las escamas y limpiara el pescado, cortó la carne en tiras y las limpió. Luego comenzó a asarlas.
No pasó mucho tiempo antes de que un aroma comenzara a impregnar el aire. Mientras Teddy, el pequeño Dragón-Simio, olfateaba con fuerza, se puso inquieto y nervioso, con sus ojos llenos de ansiedad.
«¡Carne... Quiero comer carne!»
Gracias al poder del contrato, Meng Lei y Teddy podían comunicarse espiritualmente entre sí. Desafortunadamente, como Teddy aún era un bebé, su habla era muy entrecortada y fragmentada, por lo que solo podía expresar pensamientos simples.
Aun así, esto era algo completamente nuevo para Meng Lei. Escuchar hablar a los animales y comunicarse con ellos eran cosas que nunca había experimentado en su vida pasada. Encontraba las experiencias muy novedosas.
«¡Ten paciencia! ¡Aún no está cocido!»