Con el amanecer del sol, los rayos del alba brillaron sobre la tierra.
Frente a las solemnes y majestuosas puertas de la academia, fluía un interminable torrente de caballos, carruajes y personas. Los guardias con armaduras doradas recorrían con la mirada a los estudiantes que entraban y salían de la academia, sus ojos fríos y afilados como halcones.
—Dime la verdad, Alex. ¿A cuántas lindas y dulces sirvientas corrompiste durante estas vacaciones de invierno?
—¡Lárgate, lárgate! ¡No arruines mi reputación!
—¡Bah! ¿Quién no sabe que tú, Alex, eres un famoso demonio lujurioso? Después de contenerte durante medio año en la academia, ¿no te desatarías al volver a casa?
—¡Bastardo! ¿Te mataría dejar de hablar tanto...?
Mientras Meng Lei estaba de pie frente a las majestuosas e imponentes puertas y escuchaba las risas y bromas a su alrededor, un nuevo sentido de vigor y espíritu brillaba en sus ojos.