—¡Maldición!
—¡Maldición!
—¡Maldición!
Rugidos furiosos resonaron por todo el cielo mientras el poder divino surgente barría toda la Ciudad Imperial.
Todos en la Ciudad Imperial fueron aplastados contra el suelo, temblando como hojas y sobrecogidos por el miedo y la alarma.
—¡Oh, Dios Dragón en los cielos! ¿Qué está pasando?
—¿Es el fin del mundo?
—Oh, grande y noble Dios Dragón, por favor salva a tus humildes hijos...
Dos figuras flotaban actualmente sobre el palacio del Imperio Dios Dragón. Uno de ellos era un anciano vestido con brillantes túnicas de dragón doradas con una corona dorada con tintes púrpura sobre su cabeza. Emanaba un aura digna e imponente, así como un vasto y majestuoso poder divino.
Miró fijamente los doce cadáveres de dragones que yacían en la plaza imperial del palacio, y los trozos de hielo esparcidos por todas partes, su semblante lívido y llamas de ira en sus ojos.