Los demonios y las deidades pertenecían a dos campos diferentes, y eran dos tipos completamente diferentes de seres superiores.
Para que una deidad ganara fuerza, además de tener que comprender las leyes de la naturaleza por sí mismas, también tenían que difundir su fe. Cuanto más abundante fuera su suministro de poder de fe, más rápido ganarían fuerza.
Por lo tanto, el número de dominios de poder de fe que uno tenía era un indicador importante de la fuerza y el estatus de una deidad.
Era un caso diferente para los demonios en comparación.
En primer lugar, los demonios no necesitaban poder de fe. Solo necesitaban canibalizarse entre sí o devorar demonios o deidades de un nivel superior a ellos, y podrían fortalecerse.
Esta era la forma más simple y directa —así como lo que hacían la mayoría de los demonios— para que un demonio se fortaleciera.
Aparte de eso, los demonios también tenían otra forma de fortalecerse, y esa era: ocupar planos existenciales.