El humo se elevó en columnas hacia el cielo, mezclándose con el olor a pólvora y cabellos quemados. Su Xiao frunció el ceño ante el tufo peculiar. La visibilidad se redujo drásticamente, pero él podía escuchar los gruñidos del tigre gigante detrás de la cortina de humo.
"¡ROOOOOAR!"
El rugido llenó el aire, y Su Xiao contrauvo su respiración. Sus músculos se relajaron deliberadamente—la tensión podía ser mortal. La katana colgaba de su mano, la hoja rozando el suelo. Aunque el tigre aún no aparecía, Su Xiao sabía que lo había localizado.
Un viento fuerte dispersó parte de la niebla. De pronto, una silueta colosal emergió, arrastrando tras sí columnas de humo azul. El dueño de la Montaña Corbeau ahora mostraba un aspecto distinto: su pelaje dorado estaba chamuscado, adherido a la piel como brasas encendidas. Innumerables clavos de hierro salpicaban su cuerpo, y un ojo estaba completamente destrozado, con sangre oscura goteando de su cuenca.
Su Xiao sonrió. Aquellas heridas eran obra de su trampa—mientras el tigre perdiera al menos el 90% de su poder, humano era el verdadero depredador aquí.
El tigre cargó hacia él, sus patas delanteras elevándose como montañas. Su Xiao saltó hacia adelante, esquivando las zarpas metálicas que brillaban con amenaza. ¡Chop! Su Espada del Dragón hendió la carne, pero el daño fue mínimo comparado con el tamaño del enemigo.
"¡Estúpido!
Eres solo un insecto frente a mí!"
El tigre rugió, pero sus movimientos ya eran lentos por las explosiones y el efecto del catnip. Su Xiao se movía como un vals, danzando alrededor del gigante mientras cortaba sus patas una y otra vez. Cada corte dejaba tendones expuestos, y el tigre pronto perdió la esperanza de huir.
Cuando su barra de salud bajó al 8%, Su Xiao decidió el golpe final. Saltó sobre el tigre, agachándose para apuntar a su cuello vulnerable. ¡Swing! La espada entró como un rayo, y la sangre brotó a presión.
"¡Morirás!"
Su Xiao se limpió el sudor de la frente mientras observaba al tigre caer. Pero incluso en su muerte, la bestia rugió con furia contenida—un último desafío a su humanidad.
Mientras el cuerpo del tigre se convulsionaba, un pequeño espectador se materializó entre los arbustos: un niño con un sombrero de paja cubierto de hojas, observando la escena con ojos asombrados.