Zettai ijō: volumen 1
Capitulo 4
No Necesito Poderes...
La alarma sonó estruendosa en la habitación de Kahoga. Se despertó con un sobresalto, su cuerpo agotado, sintiendo el peso de la noche sin descanso. La luz del sol apenas entraba por la ventana, pero la sensación de vacío en su pecho era abrumadora.
Con los ojos entrecerrados, miró el reloj en la mesita de noche. Ya era tarde.
"Maldita sea, ¿ya es hora?" pensó mientras se frotaba los ojos y apagaba la alarma. "Solo cinco minutos más...".
Pero su madre, Aika Imawari, llamó desde la cocina con voz preocupada.
Aika: — ¡Kaho! ¡Vas a llegar tarde al colegio!
Kahoga: — (medio dormido) Sí, ya voy...
Se levantó de la cama de mala gana y fue directo al baño. Mientras caminaba, se preguntaba por qué su vida se sentía tan vacía.
Frente al espejo del baño, vio su reflejo: un chico común. No había nada especial en él. No había poderes. Ni habilidades. Nada que lo hiciera destacar de la multitud. Solo un chico que ahora sentía que no tenía lugar en un mundo lleno de personas extraordinarias.
Kahoga (mientras se cepillaba los dientes): — Los poderes son una mierda. (Suspiró) Todos tienen algo, menos yo…
Se miró fijamente en el espejo, buscando alguna respuesta en sus propios ojos. Pero la desilusión era lo único que veía.
Al salir del baño, se encontró con su padre, Jin Imawari, que estaba sentado en la mesa leyendo el periódico. Su mirada era seria, como siempre. Al verlo, no tardó en levantar la vista.
Jin: — ¿Qué pasa, muchacho? ¿Por qué esa cara de derrota?
Kahoga lo miró, con los ojos algo hinchados por el cansancio.
Kahoga (con voz rasposa, sin ánimos): — Nada. No es nada, viejo.
Su madre, Aika, apareció en la puerta del baño al escuchar la conversación.
Aika: — Kaho, ¿estás bien? Si te sientes mal, no hace falta que vayas hoy al colegio.
Kahoga se quedó quieto un momento, observando su reflejo en la puerta del baño. Sentía la mirada de su madre sobre él, llena de preocupación.
Kahoga (con tono apagado, mirando al suelo): — Estoy bien. Solo... estoy cansado.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia su habitación, evitando que cualquiera de los dos pudiera ver el dolor que llevaba dentro. El peso de la decepción lo aplastaba, pero no quería mostrarlo. No quería que sus padres lo vieran débil.
Cerró la puerta de su habitación con fuerza, luego se dejó caer sobre la cama.
Kahoga (pensando en voz alta, con frustración): — Mierda, ¿por qué de todas las personas en el mundo a mí? ¿Por qué no tengo poderes? Mis amigos sí los tienen… ¿Y yo qué soy? Un simple humano.
Se llevó las manos a la cabeza, como si pudiera arrancar esa sensación de vacío que lo devoraba por dentro. Las lágrimas empezaron a caer sin que pudiera controlarlas. En su mente, las preguntas seguían golpeando sin piedad.
Kahoga: — ¿Por qué, dios? ¿Por qué no puedo tener algo especial? Solo quería ser alguien... tener superpoderes, algo que me hiciera diferente.
De repente, las lágrimas comenzaron a caer más rápido, una mezcla de rabia, impotencia y desesperación. Pensó en sus amigos, Yuto y Mei, en cómo ellos habían recibido sus poderes.
Kahoga (con voz quebrada): — ¿Por qué no puedo tener algo mío? Solo algo que me haga sentir que valgo la pena…
Se echó hacia atrás sobre la cama, mirando al techo. Estaba desgarrado por dentro, pero no podía compartirlo con nadie. No quería que lo vieran como alguien débil. No quería ser un estorbo para sus amigos, ni para su familia.
El sonido de la alarma resonó por el pasillo del colegio, marcando el inicio del receso. En una de las mesas del aula, Kahoga Imawari se encontraba completamente desconectado del mundo. Con su celular en las manos, seguía avanzando de nivel en un juego sin ningún tipo de emoción en su rostro. Su mirada, vacía, caía de vez en cuando sobre la pantalla, sin realmente ver nada. A pesar de que el juego estaba avanzando y sus dedos se movían rápidamente, su mente estaba lejos, perdida en pensamientos que no podía sacudir.
"¿Por qué me siento tan vacío?" pensó, frustrado, mientras el sonido del juego llenaba los momentos de silencio. El brillo de la pantalla no hacía más que intensificar su sensación de soledad. Había días en los que deseaba simplemente desaparecer en medio de su aburrimiento y frustración.
Con un largo suspiro, Kahoga dejó de jugar por un momento y miró por la ventana. El sol brillaba en lo alto, pero dentro de él no había luz alguna. La sensación de estar atrapado en un mundo lleno de personas que parecían tenerlo todo lo carcomía por dentro.
De repente, la puerta del salón se abrió de golpe. Era Mei Kuroshima, quien entró con su característica energía y sonrisa amplia.
Mei: — ¡Kaho! ¡Te estaba buscando!
Kahoga levantó la vista lentamente, apenas apartando la mirada de la ventana. Su rostro se mantenía impasible, como siempre.
Kahoga: — ¿Qué?
Mei se acercó a su mesa, con un brillo travieso en sus ojos. No parecía ser consciente de la tristeza que se estaba acumulando en su amigo, o quizás simplemente no lo notaba. Ella le miró con una expresión de diversión.
Mei: — ¡¿A quién le interesa tener poderes, eh?!
Kahoga frunció el ceño, sin entender a qué se refería.
Kahoga: — ¿Y eso qué?
Mei: — Nada, solo quería saber si te sigues haciendo el indiferente. ¡Espero que estés bien! Me ignoraste todos los mensajes que te envié ayer.
Kahoga no dijo nada por un momento. Estaba perdido en sus pensamientos aún. Finalmente, respondió de manera desinteresada.
Kahoga: — Ah, eh… estaba ocupado.
Mei levantó una ceja, claramente dudando de su excusa, pero no insistió más. Sabía que si quería hablar con él sobre algo importante, tendría que esperar a que él estuviera listo para abrirse.
Mei (con una sonrisa algo traviesa): — Sí, sí, claro… Oye, ¿y Yuto?
Kahoga levantó las cejas al escuchar su nombre. Miró a Mei, casi como si la pregunta fuera inesperada.
Kahoga: — No vino hoy.
Mei puso una expresión de sorpresa.
Mei: — ¿En serio? ¡Eso es raro! Normalmente él siempre viene, ¡y hoy ni siquiera me ha respondido!
Kahoga: — (encogiéndose de hombros) Pues… me mandó un video.
Mei se acercó rápidamente, casi ansiosa por ver lo que Yuto había hecho. Kahoga, aunque no quería, sacó el video en su celular y se lo mostró. Era un clip corto que mostraba a Yuto en lo que parecía ser una calle despejada. Su fuerza sobrehumana quedaba clara cuando, en el video, Yuto levantaba con facilidad un auto. El auto parecía ser de su propio padre, y en la siguiente escena, Yuto lo volcaba por completo. Mei se quedó boquiabierta.
Mei: — ¡¿QUÉ?! ¿Acaso está loco?
El sonido del video se detuvo mientras Kahoga miraba, incrédulo, lo que Yuto había hecho.
Kahoga (viendo el video): — Ese idiota… volcó el auto de su padre…
Mei no pudo evitar soltar una risa sincera mientras miraba el video, sacudiendo la cabeza.
Mei: — ¡Jajaja! ¡Qué tipo tan impulsivo! ¡Eso es Yuto para ti! ¡Nunca cambia!
Pero aunque las risas de Mei sonaban como siempre, Kahoga no se unió a la diversión. Él miraba la pantalla del celular, pero por dentro, sentía que todo le daba igual. La tristeza seguía allí, como una sombra que no podía soltarlo.
Mei (viendo la expresión de Kahoga): — Eh… ¿Kaho?
Kahoga no respondió inmediatamente. Estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos. Mei lo miraba detenidamente, notando que algo no estaba bien. Finalmente, se inclinó hacia él, con una mirada más suave.
Mei: — Oye, ¿todo bien? Pareces… no sé… un poco distante últimamente.
Kahoga soltó un suspiró pesado. Miró a Mei por un segundo antes de responder.
Kahoga (con voz baja, casi inaudible): — Estoy bien, Mei. Solo… no sé. Nada parece importar ahora mismo.
Mei lo miró fijamente, intentando entenderlo. Sabía que no iba a poder convencerlo de nada si no quería hablar. Pero la situación no le parecía tan simple.
Mei: — ¿Qué pasa, Kaho? No sé qué está pasando por tu cabeza, pero te noto raro. Desde lo del examen, y todo eso… parece que algo te está molestando.
Kahoga miró al frente, casi como si estuviera mirando a través de Mei.
Kahoga (desganado): — Nada. Solo… nada.
Mei frunció el ceño, sabiendo que eso no era lo que realmente pasaba. No podía forzarlo a abrirse, pero algo le decía que Kaho no estaba bien, y no solo por el tema de los poderes.
Mei (suavemente): — Si alguna vez necesitas hablar, sabes que estoy aquí, ¿verdad?
Kahoga apenas asintió, pero su mente seguía atrapada en un torbellino de emociones.
A la hora de salida, los estudiantes de la escuela comenzaban a dejar el aula en grupos, unos se dirigían a sus casas, otros a entrenamientos, y algunos se quedaban para actividades extracurriculares. En medio del bullicio, Mei Kuroshima con sus amigas, riendo y conversando animadamente. Kahoga Imawari, por otro lado, caminaba con la misma expresión apática de siempre. Sus pasos eran tranquilos, pero su mente estaba lejos. En su interior, algo seguía inquietándolo, algo que no podía definir completamente, aunque ya sabía que tenía que ver con los poderes.
Mientras caminaba sin rumbo fijo por las calles, el sonido de las conversaciones y los coches al fondo se desvanecía para él, como si estuviera rodeado de una burbuja de vacío. “¿Cómo se sentiría tener super fuerza?”, pensaba, “sería como tener todo el control, ¿verdad? No depender de nadie, no ser el débil en la historia… ¿pero vale la pena realmente?”. La incertidumbre sobre su futuro lo atormentaba, no tenía claro qué hacer con su vida. En su mente, se cruzaban un sinfín de preguntas y dudas que no sabía cómo abordar.
De repente, sus pensamientos fueron interrumpidos por un pequeño y sutil destello de color que llamó su atención. Era un cartel pegado en un poste, no muy lejos de donde caminaba. El cartel, de color llamativo, anunciaba algo interesante.
“Se necesitan empleados de carga de objetos. Se permite cualquier edad. Sábado, 17:00 horas, no faltes.”
Kahoga se acercó un poco más al cartel, sus ojos escudriñaron cada palabra. Era un trabajo sencillo, probablemente sin complicaciones. Pero lo que realmente le había llamado la atención fue lo que decía sobre la "carga de objetos".
Kahoga (pensando mientras miraba su puño): — "¿Y si…?"
Se quedó ahí un momento, mirando su mano, apretándola con fuerza. Sintió cómo los músculos se tensaban bajo la piel, pero no había nada especial en ese gesto. A pesar de la fuerza física que había demostrado en el pasado, no era suficiente. No tenía esa clase de poder que parecía pertenecer a los demás.
Kahoga (pensando): — "No soy un héroe… Pero… ¿Quizá esto me dé un poco de aire, algo que me haga sentir mejor?"
El cartel lo había capturado por completo, su mente comenzó a darle vueltas a la idea. Trabajar en algo que involucrara fuerza, algo que le permitiera usar su cuerpo para hacer lo que sabía que era capaz de hacer… tal vez no fuera lo mismo que tener poderes como los de Yuto o Mei, pero al menos le daría algo con lo que distraerse. Un propósito, aunque pequeño.
“No soy un héroe” pensó de nuevo, pero esta vez con menos pesar, como si la idea ya no fuera tan tan distante. Los héroes tenían poderes especiales, sí, pero ¿y si lo suyo fuera la fuerza bruta de su propio cuerpo? Tal vez no fuera lo más espectacular, pero algo en él deseaba poder controlar ese tipo de potencial que sentía dentro de sí, pero que no podía explorar completamente.
Kahoga: — "Puedo hacerlo. No tiene que ser algo grande… es solo un trabajo por un rato. Al menos me ayudará a pensar en algo distinto".
Decidió que sí, iría. No podía seguir con la mente nublada por pensamientos sin sentido, necesitaba hacer algo, al menos por un rato, para probar que podía superarse, aunque fuera de manera temporal.
Aquel sábado, a las 17:00, él estaría allí, probablemente rodeado de gente sin más ambiciones que la suya. Pero, al menos, podría descargar un poco de frustración. El hecho de tener algo que hacer lo hizo sentir algo de alivio. Ya no estaría sentado en su habitación preguntándose por qué las cosas no iban como quería.
Se dirigió a casa caminando con la cabeza agachada, como si de alguna manera todo lo que había pasado ese día, desde el examen de habilidades hasta las conversaciones con Mei, hubiera sido un paso más hacia algo que aún no entendía. Tal vez lo único que necesitaba era sentirse útil, aunque no estuviera salvando el mundo, o siquiera haciendo algo impresionante.
Al llegar a casa, sus padres, Aika y Jin Imawari, estaban en la sala. Su madre levantó la vista de la cocina y le preguntó si le había ido bien en la escuela, pero Kahoga solo respondió con un “sí” sin mucho entusiasmo. Luego se fue a su habitación a prepararse para el sábado.
Se miró en el espejo del baño mientras se cambiaba, pensó en lo que había pasado durante todo el día, y al final, solo se encogió de hombros. Lo único que le quedaba era intentarlo. Lo único que podía hacer era dar el primer paso, aunque se sintiera como una especie de fracaso. Pero tal vez, al menos por un rato, encontraría algo que le diera la sensación de tener el control.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, sus pensamientos seguían dando vueltas en su cabeza. Aunque sabía que la situación no iba a cambiar de la noche a la mañana, decidió que algo tenía que cambiar, y ese trabajo podría ser el primer paso.
“Sábado. 17:00.” Repetía en su mente mientras cerraba los ojos. "Vamos a ver qué pasa".
Y así, sin saber realmente qué esperar, Kahoga se sumió en el sueño, sin los pensamientos de siempre, al menos por un momento, su mente estaba tranquila.