Capítulo 7: Y aquí estamos otra vez, igual que siempre

Cuando entro a la sala, me quedo helada en mi lugar por lo que veo.

Escucho su voz mencionar mi nombre, pero mi mente es incapaz de procesarlo inmediatamente. Esa voz... su voz.

Pero eso es imposible.

Siento como mi corazón late tan rápido... con tan solo pensar que él realmente está justo frente a mí, después de tanto tiempo.

Tiene que ser un sueño.

Él no puede estar aquí.

De seguro es por el cansancio y ahora lo estoy imaginando frente a mí. Eso debe ser. Sin duda es mi mente que está jugando conmigo, con todas mis emociones y las ganas que tengo de verlo.

—¿No me vas a saludar? — pregunta sonriéndome con los brazos abiertos.

Parpadeo varias veces, pero su imagen sigue frente a mi. 

No es un sueño.

Es real. Nathan está aquí.

—¡Nathan! — grité con emoción y corrí hacia él lanzándome a sus brazos, abrazándolo con fuerza.

—Hola pequeña— saluda riendo, rodeándome con sus brazos y sosteniéndome con la misma fuerza que yo lo hacía. Puse mi cabeza en su pecho, sintiendo como algunas lágrimas humedecían mis mejillas. Lo he extrañado tanto, tanto que sentía una pequeña opresión en el pecho, pero también alegría al mismo tiempo. Aun no podía creer que él estaba aquí. Se separó un poco de mi para poder ver mi rostro y me sonrió con ternura —¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? Pensé que sería una linda sorpresa— dice limpiando mis mejillas con sus dedos. Pude ver que también estaba llorando un poco.

—Y lo es. Lloro porque te quiero y te extrañe muchísimo— afirmo con una sonrisa, abrazándolo nuevamente.

—Yo también te quiero. Y te extrañe más de lo que te imaginas, a ti y a mamá— confiesa acariciando mi cabello con sus dedos.

Su cálido abrazo me reconfortaba, no sabía lo mucho que necesitaba esto hasta ahora. Había echado tanto de menos su compañía.

— ¿Y qué haces aquí? No habías dicho que vendrías este año— le pregunte extrañada, ya que él no había llamado ni mencionado nada. Yo creía que él estaba en Manchester con nuestra tía.

—Bueno...decidí que ya llevaba mucho tiempo lejos de casa. Una universidad me ofreció unirme a su equipo de rugby esta temporada y acepte. Era una buena oportunidad, y así podía volver a estar cerca de ustedes— aseguró sonriendo, mientras yo por dentro estaba tan emocionada de que al fin haya regresado.

—¿Es en serio? ¿Te quedaras? — pregunto sin ocultar la emoción en mi voz.

—Si, probablemente me quedaré aquí hasta que me case. Si eso llega a suceder algún día— bromea riendo y contagiándome a mí de su risa.

—¿Y mamá ya sabe que estas aquí? — le pregunto, ya que mi madre no me había dicho que Nathan vendría.

—No, ella...—.

El sonido de las llaves y la puerta abriéndose lo interrumpe. Seguido por la voz de mamá.

—Emma ¿Estás aquí? —.

— ¡Si, estoy en la sala! — le grite para que me escuchara. Me puse al lado de Nathan porque sabía que, en cuanto lo viera, se le iba a tirar encima de la emoción.

—Hija, que...— me llama entrando a la sala y se detiene sorprendida al ver a mi hermano junto a mí. Parece que tampoco puede creer lo que ve —Oh Nathan— murmura acercándose lentamente con los ojos humedecidos, a punto de llorar.

—Hola mamá— dice Nathan sin dejar de sonreír. Ni siquiera llega a terminar la frase, cuando mi madre lo abraza con fuerza.

—Oh cielo ¿Cuándo has llegado? Creí que estabas en casa de tu tía— pregunta mi madre separándose de él con una gran sonrisa, para verlo mejor.

—Yo también creí lo mismo. Vaya sorpresa que me lleve— lo acuso con una pequeña sonrisa y él se ríe.

—¿No me quieren aquí? Ambas me preguntan lo mismo— bromea y mi madre ofendida golpea suavemente su hombro — Es broma, solo quería volver a casa. Las he echado mucho de menos— asegura estrechando a mi madre en sus brazos con más fuerza y tira de mi mano para unirme en el abrazo. Una especie de abrazo familiar que hace mucho no teníamos, pero me alegraba que ahora estuviéramos así nuevamente.

Después de que nos separáramos, mi madre se fue a la cocina diciendo que debía preparar algo especial para la cena mientras nosotros poníamos la mesa y nos poníamos al día de todo. Cenamos entre risas e historias de Nathan con su equipo, mientras nos contaba en cual programa universitario lo habían aceptado, que resultó ser el que tenía mi universidad.

Al terminar, mi madre se despidió, ya que estaba agotada y mañana debía tomar un vuelo temprano. Nosotros recogimos los platos y fuimos a la sala a ver una película, como en los viejos tiempos. Yo recostada de su hombro, mientras su mano acariciaba mi cabello.

—Oye, Nathan ¿No les has contado a los chicos que estas aquí? — le pregunté, levantando la cabeza de su hombro y mirándolo con curiosidad.

—No, nadie sabía—.

—¿Por qué? — pregunte confundida.

—Por qué quería que fuera sorpresa. Si les hubiera mencionado algo, seguro hubieran actuado extraños y te hubieras dado cuenta— dice con obviedad y yo sonrío.

—Y sí que lo fue— coincido recordando mi reacción hace un momento —¿Prometes quedarte? — pregunto mirándolo a los ojos, tan azules como el mar. Iguales a los que tenía papá. Levanto mi dedo meñique hacia él y me sonríe con ternura, sabiendo lo que significa esa promesa.

—Lo prometo— responde enganchando su dedo con el mío.

Una cálida sensación me invadió, recordándome a cuando éramos niños. 

Recordándome que siempre cumplía sus promesas.

Sonrío y me recuesto nuevamente en su hombro, para seguir viendo la película. En algún momento de esta, nos quedamos dormidos.

Y aquí estamos otra vez, igual que siempre.

Tal y como en los viejos tiempos.