Capítulo 9: La calma después de la tormenta (2)

Parte 2

—Gracias por esperar —dijo Shizuki al llegar a la mesa, con esa voz suave que parecía desafiar al viento.

—¿Esperar? Más bien estábamos contemplando —comentó Jake, aun recuperándose.

—Ignóralo, por favor —murmuró Touma, levantándose con algo de torpeza para ofrecerle el asiento a su lado.

Shizuki asintió con una leve inclinación de cabeza y se sentó con elegancia, como si lo hiciera sobre un trono invisible.

El aire se impregnó por un instante con la dulzura de su perfume, una fragancia tan fina que parecía diseñada para celebridades y reinas, no para cenas comunes.

—Ese vestido… es precioso —dijo Hina con sinceridad.

—Gracias. Es uno de mis favoritos, aunque casi nunca tengo oportunidad de usarlo —respondió Shizuki, con calma.

—¡Y te queda fantástico! ¡Incluso les robaste la mirada a los demás comensales! —exclamó Akari, alzando su vaso de refresco—. ¡Brindemos por sobrevivir al caos de hoy!

Los vasos tintinearon suavemente.

—Sin duda el club y la academia sobrevivieron hoy —bromeó Jake.

Luego del brindis, cada uno pidió su platillo, y después de un rato el camarero comenzó a traer sus órdenes, llenando la mesa con comidas de todo tipo.

Todos comían, y algunos hablaban con la boca llena, pero esa noche no había espacio para modales ni reproches. Solo para disfrutar de la compañía.

Shizuki los observaba con una leve expresión... ¿divertida? Era difícil de decir. Sus labios no se curvaban mucho, pero sus ojos tenían un brillo sutil, casi imperceptible.

—Touma —dijo de pronto.

—¿Eh? ¿S-sí?

—Tu mejilla —comentó, señalando con elegancia—. Tienes algo ahí.

Touma parpadeó, confuso, y se llevó la mano al rostro justo cuando Shizuki extendía una servilleta. Sus dedos rozaron los suyos, apenas, pero fue suficiente para que su mente se congelara.

—Ah… gracias.

Hina sintió un leve cosquilleo de celos, pero, recordando que Shizuki había salvado el club, decidió dejarlo pasar… por esta noche.

—Solo por hoy, gata rompehogares… solo por hoy —murmuró para sí misma.

La cena continuó entre risas y bromas sobre la pelea, aunque se notaba que tanto murmullo comenzaba a agotar a Shizuki.

En un momento, se levantó discretamente de la mesa y caminó hacia la orilla, sentándose cerca del mar.

La brisa del océano acariciaba la costa con ritmo pausado, como si incluso el mar quisiera tomarse un descanso.

Touma se levantó sin decir palabra y caminó en dirección a Shizuki. La encontró sentada sobre una banca baja, con las piernas cruzadas y el vestido lila ondeando suavemente alrededor de sus tobillos.

—¿Te molesta si me siento?

—No, adelante —respondió sin mirarlo, pero movió un poco su bolso para hacerle espacio.

Touma se sentó a su lado, en silencio por unos segundos. El sonido de las olas llenaba el vacío entre ellos.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente.

—Solo necesitaba un poco de aire fresco. Estar rodeada de gente tan… ruidosa… puede ser agotador.

—Jake es bastante escandaloso —comentó Touma, riendo.

—Todos lo son —dijo ella con suavidad, pero sin dureza—. Aunque no me molesta. Solo que no estoy acostumbrada.

Touma la miró de reojo. Bajo la luz de los faroles lejanos, Shizuki parecía menos inalcanzable. Casi normal. Casi.

—No pensé que te quedarías tanto tiempo. En la cena, digo.

—Yo tampoco —se cruzó de brazos—. Pero supuse que después de lo que ocurrió… un poco de normalidad no estaría mal.

—Gracias por lo de hoy —dijo Touma, sin rodeos—. Lo que hiciste por el club ypor todos.

Ella lo miró, por fin.

—No fue por el club.

Touma parpadeó.

—¿Eh?

—Fue por ti.

Él sintió que el corazón le daba un salto tonto en el pecho. Shizuki, sin embargo, desvió la mirada casi de inmediato.

—No lo pienses demasiado. Solo estoy diciendo la verdad.

Touma rió por lo bajo, nervioso.

—¿Sabes? A veces no sé si estás bromeando o si hablas completamente en serio.

—Eso es parte del misterio, ¿no?

Ambos guardaron silencio por un momento. La noche era tranquila. El restaurante no estaba lejos, pero el bullicio se sentía lejano, como si ese rincón fuera solo de ellos.

Shizuki sacó su reloj de bolsillo y lo miró con nostalgia. Sin apartar los ojos de él, volvió a hablar con su suavidad habitual.

—La primera vez que nos vimos, me preguntaste por este reloj…

—Sí. Es el Lancaster Chronos. Es hermoso y muy bien detallado. Me sigue fascinando cada vez que lo veo.

—Así es… —su voz cambió, volviéndose más seria—. Pero hay algo que no te he contado.

Con la mano libre, entrelazó sus dedos con los de Touma. En la otra, sostenía su reloj.

Él se puso colorado de inmediato. Esa acción lo había tomado completamente por sorpresa. Hina, tal vez… ¿pero Shizuki?

Ella presionó el dial del reloj con delicadeza.

Golden Time.

El mundo se congeló.

Las olas quedaron suspendidas en pleno movimiento. Las luces se tornaron doradas, flotando como partículas mágicas. Todo estaba inmóvil… salvo ellos dos. Aún con sus colores. Aún respirando.

—¿Q-qué es esto? —balbuceó Touma, intentando soltar su mano, más por instinto que por rechazo.

Pero Shizuki apretó más fuerte, entrelazando bien los dedos.

—No te sueltes, o también quedarás congelado —dijo ella con seriedad—. Estamos en Golden Time. El tiempo se detuvo.

Touma tragó saliva.

—Así que… así es como ves el mundo cuando usas tu poder.

Ella asintió con elegancia.

—Este reloj no es solo un objeto caro. Es el catalizador de mi poder. Te traje aquí para poder hablar con libertad. Sin oídos, sin cámaras. Solo tú y yo.

—Entiendo… —murmuró Touma, como si estuviera a punto de escuchar un secreto prohibido.

—Este reloj me lo regaló mi abuelo, cuando tenía cinco años.

—Sí, recuerdo que me lo habías mencionado.

—Lo que no te conté es cómo lo consiguió él. De hecho… nunca te dije el apellido de mi madre.

Hizo una pausa. El ambiente dorado alrededor parecía escucharlo todo.

—Solo te cuento esto porque confío en ti.

—Puedes contarme lo que quieras —dijo Touma, más serio—. Prometo no decirle a nadie.

—Lo sé. Por eso lo estoy haciendo.

Shizuki inspiró hondo.

—Soy descendiente de Sir Ian Lancaster. Por eso NovaTech no tiene datos de mí… ni de mi Astra Core. Solo lo llaman Prototipo Británico.

Un escalofrío recorrió la espalda de Touma. Siempre supo que ella venía de una familia noble. Era imposible ocultarlo. Pero… ¿una Lancaster?

—¿Me estás diciendo que tu abuelo es…?

—Veo que sabes de quién hablo —asintió Shizuki—. Sir Benjamin Lancaster. El único inventor en la historia que se atrevió a desafiar a NovaTech.

Touma parpadeó.

—Pero entonces no lo entiendo… ¿eres una especie de espía británica que viene por los secretos de NovaTech?

Por primera vez desde que se conocieron, Shizuki estalló en una risa genuina.

—Ja, ja, ja… qué tierno eres.

Él la miró, completamente confundido. No sabía si le estaban tomando el pelo… o si todo era irreal.

—Vine aquí para comprender más sobre mis poderes. Por eso estoy en la División de Investigación.

—Sigo sin entender… ¿qué es lo que quieres saber de un poder tan genial como el que tienes?

—Bueno, no es tan genial como parece —respondió ella, volviendo a un tono más suave—. Ya te conté que si abuso de él, pierdo recuerdos. Ahora no pasa nada porque estamos quietos, pero…

Hizo una pausa. Bajó la mirada hacia el reloj entre sus manos.

—No recibí este fragmento como el resto.

Touma frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir? ¿No te lo dieron en el Reino Unido?

—Ese es el punto. No sé qué tengo dentro. No sé cuándo sucedió. Mi abuelo y yo lo mantuvimos en secreto de mi familia, pero… sin duda, esto no es un Astra Core.

Touma se quedó sin palabras.

Sin lógica. Sin respuesta.

—Mi punto no es asustarte —continuó ella, con la voz más baja—. Solo quiero que lo sepas. Es inestable… y si algún día algo me sucede, quiero que me ayudes.

Shizuki bajó el rostro. Sus ojos seguían clavados en el reloj.

—Porque… después de todo, tú, al igual que mi abuelo… eres de los pocos que me ven como una persona.

—No como un objeto o un arma.

Él le apretó con más fuerza la mano y se inclinó un poco para verla al rostro.

—Sabes que puedes confiar en mí. No soy alguien especial… y mucho menos un noble de la corona británica —bromeó con una sonrisa—. Pero estaré ahí si me necesitas.

Shizuki volvió a sonreír, apenas, y le dio un beso suave en la mejilla.

—Eso espero. Nunca cambies —dijo, mientras volvía a presionar el dial del reloj.

El tiempo regresó a su curso habitual.

Los sonidos de las olas golpeando la orilla, los autos a lo lejos, y los murmullos del restaurante fluyeron como si nada hubiera pasado.

Excepto Touma.

Él seguía ahí, congelado… pero por razones muy distintas.

No entendía del todo qué acababa de pasar, solo sabía que su corazón latía con fuerza.

Shizuki soltó su mano, guardó el reloj con cuidado en su bolso y se levantó con elegancia.

—Ah, y no lo olvides… me debes una cita —dijo, antes de alejarse con esa misma calma inquebrantable de siempre.

Touma giró la cabeza para verla marcharse. Por primera vez en mucho tiempo, algo en su interior se encendía.

Ella salió del restaurante, donde su sirviente ya la esperaba con la puerta abierta.

—¿Señorita Tokisaka, está lista para marcharse?

—Sí, William. Llévame a casa.

Y así, dentro del auto, con la vista perdida en la ventana y el corazón aún agitado,

Shizuki Tokisaka sintió algo distinto.

Un calor tenue, extraño… pero reconfortante.

No sabía si era amor.

Pero sí sabía que, por primera vez en mucho tiempo, había sentido calidez.

Calidez como la de un hogar encendido en el invierno de su corazón.