Capítulo 7:
Cuando me subí al bus, no pude evitar observar cómo aquel chico miraba al suelo de la acera con una expresión triste y perdida. Sus hombros caídos y su postura derrotada me hicieron sentir un vuelco en el corazón, como si se rompiera en mil pedazos. Mis pies, por un momento, quisieron correr hacia él para ofrecerle consuelo, pero me aferré a mí misma para no hacerlo. No entendía por qué, pero sentía que había un lazo inexplicable entre nosotros, algo fuerte y profundo.
Al llegar a los dormitorios de la academia, me di cuenta de que muchas cabezas se giraban al verme. Podía escuchar los murmullos sobre mi fracaso en la selección de aquel día. Me daban ganas de callarles la boca, pero decidí quedarme en silencio. No sabía qué pasaría a partir de ahora, pero algo dentro de mí me decía que seguiría siendo la misma, que seguiría luchando por mis sueños de convertirme en una gran bailarina de ballet. Y también sabía que debía tener más cuidado con mi salud. Dorian tenía razón; sus palabras me habían golpeado muy duro, pero era la realidad: en algún momento, mi cuerpo me pasaría factura por haberlo descuidado.
Pensé en Dorian, pero mi mente volvía a aquel chico. No podía negarlo: me atraía mucho, tal vez demasiado.
Al llegar a mi habitación, suspiré profundamente al cerrar la puerta, al fin tendría un poco de paz, sin miradas que me inquietaban. Pero al entrar, vi que mi compañera de cuarto, Celeste, estaba allí. Celeste era una chica linda, cariñosa, con el cabello negro y rizado que siempre sobresalía, sin importar cuánto intentara aplacarlo con productos para el cabello. Cuando me vio entrar, se levantó de la cama de golpe y dijo:—¡Regi! ¡Cariño, estuve preocupada por ti! Te llamaba y no entraba la llamada.Le respondí que lo sentía, pero que mi celular se había muerto. Le aseguré que ya no tenía que preocuparse por mí.
Ella me dijo que lamentaba que no hubiera sido seleccionada, pero que tendría otra oportunidad más adelante, junto con Chris. Mi cara se puso pálida y me sentí fría...—¿Chris? —pregunté, sin entender del todo.Ella me miró preocupada.—¿Te sientes bien?—Chris va a ser pareja de Cathy en la nueva academia de ballet.Celeste me miró, sorprendida.—No va a serlo. Cathy no lo eligió para ser su compañero.Esa respuesta me golpeó con fuerza. ¿Así que seguiría soportando las idioteces de Chris? pensé para mí misma.
Las lágrimas comenzaron a caer sobre mis mejillas, y Celeste, al ver mi tristeza, me preguntó qué me pasaba. No pude evitar romper en llanto y terminé contándole todo lo que había sufrido a manos de Chris y Cathy.Celeste me miró con rabia.—¡Malditos bárbaros! —exclamó—. ¡Ay, Regi, cuánto lamento todo lo que has pasado! Pero mientras yo esté aquí, te cuidaré.La dulce Celeste me abrazó y me consoló hasta que me quedé dormida.
Pasaron unos días, y los ensayos continuaron, pero yo fingía estar enferma para evitar ver a Chris. No soportaba la idea de que volviera a intentar hacerme su pareja, pero sabía que no podría seguir fingiendo mucho más. En algún momento tendría que enfrentarme a él en el aula de ensayos, y ese día llegó más rápido de lo que esperaba.
Cuando finalmente me presenté a la sala de práctica, decidí llegar antes que los demás para evitar miradas incómodas. Mientras esperaba el inicio de la clase, comencé mi calentamiento y practiqué algunos pasos. Flexioné ambas rodillas suavemente, manteniendo los talones en el suelo. Mi espalda estaba erguida y los brazos relajados en primera posición. Luego, hice un jeté y seguí alternando movimientos. Me sentía libre, el ballet me daba ese sentimiento. Era como si fuera una pluma danzando en el aire, flotando sin peso, cuando una voz me interrumpió. Era él, ese maldito idiota: Chris.
—Es por eso que ella nunca podrá compararse contigo —dijo, con esa actitud tan suya.Sentí una sacudida por todo mi cuerpo, como si solo escuchar sus palabras hiciera que mi voz se convulsionara. Lo miré con furia, mis pasos hacia él vacilaron un momento, pero finalmente le respondí.—¿Los dos? No te equivoques, Chris, yo soy la víctima aquí. Fui saboteada por los dos.Chris bajó la cabeza, y cuando parecía que podría decir algo, los demás compañeros comenzaron a aparecer, por lo que optó por quedarse en silencio.
En las siguientes ocasiones, cuando Chris intentaba acercarse, yo lo evitaba. Cada vez que él trataba de elegirme como compañera, Celeste estaba allí para rescatarme, eligiéndome primero.
La semana llegó a su fin, y las chicas del grupo de ballet decidieron ir de fiesta a relajarse un poco. Yo no tenía ganas de asistir, pero la idea de estar en los dormitorios con pocas personas y, sobre todo, con Chris, me dio ganas de vomitar. Así que me apunté.Me dijeron que habría un evento de disfraces en una discoteca muy conocida. Decidí vestirme como un hada de cristal. Tomé un viejo traje de ballet y le incrusté cristales de strass. A la falda le añadí pedazos de tela azul y plateada, lo mismo hice para los guantes y las alas, pero a las alas les incorporé luces LED. Para el maquillaje, me puse escarcha en la piel y cristales brillantes. En mi rostro, utilicé purpurina plateada y azul. Lucía etérea, como un hada verdadera.
Llegamos al lugar, que estaba decorado con temas espectrales, dando una atmósfera de casa maldita. Los meseros y el barman estaban disfrazados de personajes de películas de terror. Pedimos bebidas y snacks, y cuando nos los trajeron, me sorprendió ver que el mesero era un hombre bajo disfrazado de Chucky, el muñeco diabólico. El DJ que estaba tocando también llevaba un disfraz de Edward Scissorhands. El lugar estaba realmente increíble. Cuando terminamos de beber, Celeste me pidió que fuéramos a bailar, y otros también se unieron.
El ambiente en la sala se volvió más denso con el paso de los minutos, como si el aire se cargara de una energía palpable. Me encontraba animada por el calor del alcohol que comenzaba a recorrer mi cuerpo, me dejé llevar por la atmósfera, olvidando por un momento el control que siempre mantenía sobre mí misma. La música, seductora y envolvente, parecía golpear mi pecho con cada nota, llamando a algo primal dentro de mí. fue entonces cuando nuestras miradas se encontraron.