Me debe 10 mil millones

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—Por supuesto que no es un hombre ordinario —respondió Zheng Anqi vehementemente.

El recuerdo de Chen Fan volando alto en el cielo y partiendo la serpiente gigante por la mitad aún le provocaba escalofríos a Zheng Anqi.

La serpiente era tan grande como un edificio de siete u ocho pisos y ni siquiera una docena de guardaespaldas de élite podrían someterla. Los disparos que impactaban en su gruesa piel escamosa no eran más que unos pocos rasguños y ni siquiera el Sr. Shi, que dominaba el arte de los hechizos, pudo controlarla. Sin embargo, a pesar de su poder, Chen Fan la mató de un solo golpe.