—¿Quién es ese?
Alodi fue el primero en reaccionar a la voz que venía de la entrada antes que los miembros de la familia Loong. Se lanzó hacia adelante con la velocidad de una pantera y llegó ante la puerta. Se paró entre el umbral y la gente en la habitación. Estaba de pie con las piernas ligeramente dobladas y los pies descalzos. Su mirada brillante se fijó en la puerta cerrada, mientras un aire de beligerancia emanaba de su cuerpo tenso. De repente, la familia Loong sintió un escalofrío en la espalda.
«Crujido».
La puerta de madera celestial se abrió, mientras un joven entraba en la casa. Tenía los pulgares metidos en los bolsillos y llevaba una gran medida de ligereza. Los numerosos guardaespaldas y perros guardianes no se veían detrás de la puerta abierta.
—¿Quién eres tú? —preguntó Alodi en chino entrecortado.