—¿Qué sucede?
El anciano frunció el ceño. Su severo semblante emanaba una cualidad majestuosa e imponente cuya presencia habría hecho temblar hasta la médula a cualquier joven ordinario.
—No es nada. Mi inútil hermano se metió en problemas otra vez —suspiró Han Juntu.
—Ah, es tu hermano menor, ¿verdad? He oído hablar de él —asintió el anciano dejándolo así.
Estaba impresionado por Han Juntu, pero no le agradaba nada su hermano menor. Por el contrario, el anciano detestaba a los matones como Han Hongkun que intimidaban a otros usando el respaldo de su familia. Sin embargo, el anciano no iba a intervenir ya que no le correspondía enseñarle a Han Hongkun qué hacer. Al final, le dijo a Han Juntu:
—Si tienes problemas en la Ciudad Jinlin, no dudes en pedirme ayuda.
—Gracias, Tío Li —respondió Han Juntu educadamente.