Una mujer baja, quizás de un metro cincuenta más o menos, con cabello rubio sucio vino corriendo, toda jadeante y resoplando. Con voz lo suficientemente alta, preguntó:
—¿Dónde está nuestro joven amo? .... huffff ... Usted llamó ….. huffff ... Soy ... la niñera —le exigió al gerente de seguridad. Estaba agachada, con las manos sobre las rodillas mientras inhalaba grandes bocanadas de oxígeno.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó el guardia de seguridad—. ¿Y cuál es el nombre del niño?
—Mi nombre es Stella y el nombre del joven amo es Adrian Taylor —respondió Stella con sinceridad.
—Muéstreme su documento de identidad y su tarjeta de empleo también —pidió el personal de seguridad. Stella frunció el ceño ante su tono estricto, pero le mostró las cosas que pidió.