Chantelle hizo una breve pausa. Masticó lentamente, pensando en su pregunta. Luego sonrió.
—Estuvo bien, supongo. Cuando te has enfrentado a la muerte, empiezas a ver cada día como un regalo. La vida no parece tan difícil cuando piensas así.
Le dio una cálida sonrisa y volvió a comer.
—Yo... —Daniel sintió un agudo dolor en el pecho. Escuchar a Chantelle hablar tan tranquilamente sobre algo tan doloroso le rompía el corazón.
Era como si estuviera contando la historia de otra persona. Quería disculparse, pero las palabras no le salían.
¿Qué podía decir, cuando todo lo que ella había pasado era por su culpa?
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y Thea entró corriendo.
—¡Dios mío, Chantie! ¡Estás despierta! ¡Me asustaste muchísimo! —gritó mientras corría hacia ella y la envolvía en un fuerte abrazo.
—Estoy bien, Thea, ¡pero mi tortilla no lo estará si no me sueltas pronto! —bromeó Chantelle tratando de mantener equilibrada su bandeja.