En ese momento, Han Yu se encontró en medio de una niebla de hadas. No tenía idea de cuánto tiempo había pasado antes de abrir lentamente los ojos para ver una montaña imponente que se elevaba hasta las nubes, con su pico invisible.
Miró hacia arriba aturdido, sus ojos moviéndose desde la niebla de hadas hasta la pared rocosa.
Allí, talladas en la piedra, había figuras similares a renacuajos.
Mientras observaba, los renacuajos parecían cobrar vida, saltando desde la pared de piedra y bailando alegremente en el aire.
Han Yu sintió un momento de deslumbramiento, y su cuerpo se agitó cada vez más.
¡De repente!
Una sensación ardiente le atravesó la espalda bruscamente. Se dio la vuelta para encontrar que un pequeño renacuajo había, en algún momento, aterrizado en su espalda.
—¿Qué... Qué es esta cosa?
Extendió la mano para agarrarlo, pero de un salto, el renacuajo se convirtió en un rayo de luz dorada y desapareció.