—¡Maldita sea, Jii Jie nos ha traicionado!
Tan pronto como apareció Han Yu, Fantasma supo que Jii Jie los había traicionado. Viviendo al límite y coqueteando siempre con la muerte, sus instintos estaban finamente afinados; podía sentir el peligro que emanaba de Han Yu.
—¡Acábenlo!
Sin dudarlo, Fantasma dio inmediatamente la orden.
La docena de sus secuaces vestidos de negro se abalanzaron, blandiendo tubos de acero y bates de béisbol, rodeando a Han Yu en medio de ellos.
No muy lejos, en el asiento trasero del Porsche Panamera, Lin Qingya asomó silenciosamente la cabeza, observando el problema que se desarrollaba a través de la ventana.
Al ver a Han Yu rodeado pesadamente por una docena de asaltantes armados, Lin Qingya apretó fuertemente el asiento de cuero con sus manos, sus ojos llenos de preocupación.
Ella sabía que Han Yu había sido soldado y era bueno peleando; incluso lo había visto derrotar a varios guardaespaldas antes.