El humo aún no se había disipado cuando un SUV negro ya había abandonado el muelle.
Después de conducir durante diez minutos completos, Lu Hao, sentado en los asientos traseros, finalmente dejó escapar un largo suspiro de alivio, pero su mirada seguía dirigiéndose hacia la ventana.
Las alarmas de incendio y la policía especial ya se dirigían hacia la dirección del muelle.
Al ver que el Secretario Lu aún parecía algo nervioso, el guardaespaldas en el asiento del copiloto habló:
—Secretario Lu, ¿está pensando en Han Yu?
—¡Relájese! ¡Con una explosión tan grande, ese tipo definitivamente está muerto!
El conductor, también guardaespaldas, asintió en ese momento, agregando:
—Sí, ese tipo estaba justo en el epicentro de la explosión, ¡no hay manera de que haya escapado!
—Uff...
Lu Hao tomó otro respiro profundo y exhaló lentamente, su rostro contorsionándose de preocupación mientras decía:
—¡Su muerte no es exactamente una buena noticia para mí!