Yang Hongxia, con las manos llenas de artículos de primera necesidad, ahora estaba de pie en la habitación, sus emociones increíblemente complejas.
Esa mañana se había sentado en el sofá mullido de la sala de recepción VIP del banco, bebiendo té y comiendo semillas, viviendo la vida de la élite.
Ahora se había convertido en una prisionera, viviendo con una docena de otras reclusas.
En ese momento, algunas de las mujeres en la habitación notaron a Yang Hongxia. Se reunieron a su alrededor, mirándola con intención maliciosa.
—Oye, ¿una novata, eh? Dinos, ¿qué hiciste mal?
Yang Hongxia siempre había sido una persona temperamental, y ya estaba de mal humor. No había manera de que fuera a charlar con estas reclusas. Mantuvo una cara seria y dijo fríamente:
—¡No es asunto suyo! ¡Apártense, no molesten mi descanso!
Con eso, se abrió paso entre la multitud, buscando su propia litera.