—¡Señor Yue!
—¡El Señor de la Ciudad de Jinling!
Lin Qingya de repente pensó en Yue Hengsong. Tenía el número de Yue Hengsong en su teléfono, no solo el suyo sino también el de Song Hanbo, el Presidente del Grupo Qianda.
Pero su expresión cambió drásticamente al darse cuenta de que cuando fue secuestrada, su teléfono fue tomado por esas personas de la Isla Yingzhou. ¡Ahora, sin su teléfono, no tenía forma de contactar a Yue Hengsong!
—¡Capitán Liu! Conozco al Señor de la Ciudad de Jinling, Yue Hengsong, pero no tengo mi teléfono conmigo. ¿Podría ayudarme a contactarlo? —dijo Lin Qingya con urgencia.
El Capitán Liu esbozó una sonrisa amarga y respondió:
—Señorita Lin, realmente me gustaría ayudarla, pero mi rango no es lo suficientemente alto como para conectar con alguien como el Señor Yue.
Al escuchar esto, Lin Qingya se puso frenéticamente ansiosa.