Supervivencia A Toda Costa

—Algo me dice que ya no estoy en K City —suspiré cuando la criatura se dio la vuelta y se alejó—. ¿Quieres decirme dónde estoy?

La mujer ladeó la cabeza como si me estuviera estudiando.

—No eres de aquí, ¿verdad? —preguntó—. Suena como si estuvieras hablando mi idioma, pero tus labios los forman de manera extraña.

—Bienvenida a mi mundo —respondí, tratando de ponerme cómoda. Resultó que estaba en una jaula, una que apenas cabía alguien de mi tamaño, y eso ya es decir mucho. Parecía estar diseñada para un perro, pero no uno de esos perros mimados que había visto en la televisión.

En cambio, estas parecían estar construidas para Doberman o Rottweiler. Los barrotes de metal expuestos estaban separados por menos del ancho de una mano y eran tan fuertes como cualquier cosa. Incluso la base de la jaula era de barrotes metálicos, cada uno hundiéndose en la tierra debajo de mí.