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—¿¡¿Y decides decirme todo esto ahora?!? —exigió Dante, su sonrisa hace mucho desaparecida. Tenía tantos planes que completar antes de traer a Hattie de vuelta a la Guarida del Dragón y probar que podían protegerla.
¡¿¡¿Por qué diablos Tanque no se lo había dicho antes?!?!
Tanque se encogió de hombros, sin preocuparse en absoluto por la reacción de Dante. Infierno, el hombre tenía suerte de que le hubiera dicho. No era su culpa tener un demonio dentro de él con una línea directa a la criatura más perfecta del mundo...
—Tenía que resolver un par de cosas —respondió Tanque, con una sonrisa presumida en su rostro. Le había dado de comer uno de los traidores que había encontrado al pequeño cachorro en el sótano, pero Tanque necesitaba asegurarse de que nadie más tropezara con algo que no debería.
Después de cambiar las cerraduras de la puerta interior y la que daba al exterior, les dijo a los guardias que aún vigilaban que nadie tenía permitido entrar.