Beau estudió la expresión en el rostro del Gobernador y luchó por no reírse. El hombre llevaba sus sentimientos tan a flor de piel que era sorprendente que hubiera tenido una carrera exitosa en la política.
O tal vez simplemente pensaba que sin nadie alrededor para hacerlo responsable, no necesitaba preocuparse tanto por ello.
—Tu sanación debe haber recibido una paliza hoy —reflexionó el Gobernador mientras estudiaba al otro hombre—. Primero tuviste que atender a todos esos pacientes en cuarentena y luego las enfermedades generales del resto del campamento. Encima de todo eso, justo cuando estabas a punto de relajarte, te saco de tu cómodo sofá y te obligo a cuidar de Lucinda.
La sonrisa en el rostro de Beau era tan falsa como la de Marcus.
—La sanación es mi vocación —dijo—. Nunca dejaré de querer hacerlo.