—¿Eres el Diablo? —balbuceó el Obispo mientras miraba a Hattie de arriba a abajo. Todavía parecía una niña pequeña jugando a disfrazarse con su vestido y coletas. ¿Cómo diablos era esta la gran y temible Diablo que controla todo un reino de demonios?
—Culpable de los cargos —se rió Hattie en respuesta—. Aunque, supongo que le debo una disculpa a mi Mamá. Ella siempre estuvo tan segura de que yo era la descendencia de un demonio. Solo pensé que era su manera de intentar quebrantarme... ¿quién diría que estaba diciendo la verdad?
—Estás loca, ¿lo sabes, verdad? —insistió el Obispo mientras miraba alrededor de la habitación. Solo había otro ángel allí además de él, y necesitaría todos los aliados posibles. Aunque, se decía que los Pecados odiaban al Diablo más que nadie, así que tal vez lo ayudarían a matarla.
Y cuando ella muriera, él podría volver al reino de los ángeles con su nueva familia.