Apoyando mi mejilla contra la cabeza de Teddy, observé a Tanque caminando por mi habitación, asegurándose de que todo estuviera seguro.
—Creo que estoy rota —murmuré suavemente desde donde me había colocado en la cama. Mi espalda estaba presionada contra el cabecero de tela, y estaba rodeada de almohadas de diferentes colores. Por el rabillo del ojo, podía ver morado oscuro, azul oscuro, rojo oscuro, además de las negras que hacían juego con la funda del edredón.
—En realidad, no hay que pensarlo... Estoy rota. —Saboreé las palabras mientras se formaban en mi boca antes de decirlas, pero no había mentira en ellas. Padre estaba muerto; yo misma lo maté, pero también sabía sin duda que venía por mí...
Y por todo lo que tenía.
—No estás rota, Sweet girl —murmuró Tanque mientras cerraba la puerta con llave y se quitaba los zapatos. Desabrochándose la camisa, sacó la parte inferior de sus pantalones y se la quitó antes de tirarla al suelo.