—Tomaremos esa habitación —anuncié, señalando la puerta justo al lado de Dante. No tenía idea de qué había detrás de la puerta misteriosa, pero no había manera de que mi cama cupiera en este pasillo, así que tenía que intentarlo.
Además, no había forma de que me sintiera cómoda con toda la gente a mi alrededor.
—Oh, cariño —suspiró Eva—. No creo que estuvieras escuchando. Las puertas no se abren, sin importar lo que hagamos. —Como para probar su punto, Eva presionó la manija, solo para que la puerta se abriera de golpe.
—¿Qué? —balbuceó, mirando la manija antes de volver a mirar la puerta abierta—. ¿Cómo es eso posible?
Uno de los padres que había estado observando lo que hacíamos se levantó e intentó abrir la puerta detrás de él. No se movió.