¿Una Mentira O La Verdad?

El suave clic de la puerta al abrirse fue suficiente para despertarme, aunque tampoco es que estuviera profundamente dormida... ¡Ja!

—Buenos días, Mamá —bostecé mientras me sentaba en la cama. Estirándome para quitar todos los crujidos y chasquidos de mi espalda, me volví para ver a mi acompañante—. Buenos días a ti también —me encogí de hombros. Los gusanos arrastrándose alrededor de las cuencas vacías de los ojos fueron suficientes para hacerme perder el antojo de arroz, pero por lo demás, casi sentía lástima por la criatura.

Era evidente que era joven, quizás no más de 18 años, cuando murió la primera vez. Sin embargo, era claro que no importaba cuánto lo cuidara Mamá Querida, seguía descomponiéndose más rápido de lo que a ella le hubiera gustado.