Un Dios O Un Santo

El sol se ponía detrás de los árboles altos, haciendo que sus sombras se extendieran sobre el camino como dedos de oscuridad tratando de alcanzar a su próxima víctima.

Agachándome, toqué una de las sombras cerca de mis pies y solté una risita. —Si quieres salir a jugar, no tienes que ser tan cauteloso. No mordemos. A menos que nos supliques que lo hagamos.

—¡Manos arriba! —gruñó una voz que venía de detrás de uno de los árboles. Escuché el sonido de una escopeta siendo cargada, pero realmente no le presté mucha atención. Si alguien era lo suficientemente tonto como para intentar robarnos, entonces era lo suficientemente tonto como para jugar con él.

—No, gracias. No tengo que ir al baño —anuncié, todavía tocando la sombra frente a mí.

—¿Qué carajo? —gruñó una segunda voz que venía del otro lado del camino.