Amenazas y Promesas

El guardia abrió la puerta en lo alto del rellano con un floreo para mostrarnos donde viviríamos las próximas dos semanas, y tengo que admitir que no era para nada lo que esperaba.

La habitación parecía extenderse infinitamente, fácilmente el largo de uno o dos campos de fútbol, y estaba bordeada de literas a cada lado. Debía haber más de mil camas, cada una con un baúl frente a la cama inferior, y eso era todo.

La mitad de las camas no tenían mantas ni almohadas, mientras que la otra mitad parecía tener más de lo necesario.

—Pueden elegir cualquier litera que quieran —anunció el guardia mientras nos hacía pasar por la puerta—. Si tienen preguntas, pueden preguntarle a uno de los otros novatos.

—Tengo una pregunta —anuncié, sin apartar mis ojos de la pesadilla frente a mí. Me tomó un par de segundos decidir cuál de las numerosas preguntas en mi cabeza era la más importante—. ¿Dónde está el baño?