Tanque miró furiosamente a Eric mientras lo empujaba al pasar y entraba en la cocina. Lo había estado volviendo loco todo el día, atrapado como un perro mientras otro hombre afirmaba ser el esposo de su mujer.
No es que se negara a compartir, pero ella tenía otros ocho hombres entre los que podría haber elegido para ese papel.
—Y pensar —ronroneó Hattie mientras tomaba un sorbo de su vaso de leche—. Si hubiéramos ido todos juntos, entonces no habrías tenido que soportarlo.
—¿Ahora lees mentes, Pequeña Oveja? —gruñó Tanque, inclinándose hacia adelante hasta poder tomar sus labios con los suyos. Besándola como si estuviera fusionando sus almas, Tanque no pudo evitar alcanzar su cabello, acercándola aún más—. Este plan es una mierda —refunfuñó, alejándose lo suficiente para poder ver el rostro de su mujer.
—Lo dije desde el principio —suspiró Hattie mientras tomaba la hamburguesa de pollo de su plato—. Pero si mal no recuerdo, todos me ganaron en la votación.