infierno

Las escaleras hacia mi habitación eran largas y cansadas para mi estado, aun con mis nervios a flor de piel sentía las manos frías en mi piel caliente estimulando partes del cuerpo que hasta ahora pensé que estaban muertas. Me sentía como el cielo de la vida, pues mi cuerpo flotaba suavemente como una pluma en el aire divagando nerviosa y con miedo de estrellarme en el suelo.

Me lanzo en mi cama y cierro mis ojos, su bello rostro varonil se encuentra presente.

 ¿qué es lo que me estaba pasando?

Entro a mi enorme closet, los grandes espejos me demuestran mi cuerpo curvilíneo tan parecido al de mi madre, nunca antes había notado como mi grasa de bebé se fue perdiendo y mis pechos, caderas y nalgas habían florecido satisfactoriamente. Me sonrojo al verme en ropa interior y tengo una especie de energía que fluye por mi vientre.

-Eres hermosa -escucho una voz, pero no veo a nadie a través del espejo.

 Confundida por mi locura me doy vuelta y lo veo frente a mí y tan cerca que no puedo evitarlo. Lo empujo para que se marche, cubro con mi camisa lo más que puede mi desnudez y tiemblo al ver que se relame los labios viéndome como un bocadillo nocturno -ni tu madre se puede comparar ante tu belleza –su mano apretó mi pecho con rapidez y brinco del susto.

- ¡Aléjate! -grito, trato de correr para pedir ayuda, pero es tarde, mi cabello es halado para acercarme, me lanza al suelo y cae sobre mi privándome de aire. Sigo gritando, pero su mano tapa mis quejidos a la vez que olfatea mi sudor, empieza olisqueando mis pechos y poco a poco va subiendo, pero siempre se detiene en ese lugar, mi cuello le parecía un manjar, su lengua recorre mi clavícula y sube hasta mi mejilla luego la empuja al interior de mi boca bruscamente.

Lucho, pero es muy fuerte, mis lágrimas invaden mis ojos y eso lo sobre excita pues su miembro toca mi pierna con agresividad.

-Yo te enseñare amar, Heaven, quiero ser el primero, tu maestro -y aquellos iris amarillos se vuelven rojas como las de un demonio humeante.

Desgarra la tela de mis bragas para luego tomarlas y llevársela cerca de la nariz provocándome ansias de vomitar, me giro al espejo y me veo sola y despavorida pues su reflejo es invisible, no existe, pero él no advierte -eres mía -grita como si fuera una posesión.

Baja sus pantalones revelándome su virilidad palpitante y de forma salvaje me penetra a pesar de mis aullidos de dolor, el solo gime y su aliento putrefacto es lo único que me mantiene consciente de aquella barbarie.

 Donald cae sobre mi jadeando y se tumba a mi lado con ojos de éxtasis y felicidad, al fin se le había hecho realidad su deseo, ahora estaba satisfecho mientras que yo solo me sentía asqueada y temerosa a que continuara.

- ¡Te amo! -fue lo que dijo y salió dejándome como un auténtico desecho y turbada por su violación.

Mi garganta estaba estrangulándome me impedía el paso del aire por culpa de mis chillidos, yo me encontraba en mi habitación desnuda y desprotegida sabiendo que tenía bajo mi techo a un monstruo que compartía la misma cama que mi madre. Corro infeliz hasta mi baño, abro la llave de agua caliente y limpio todo mi cuerpo frotando hasta que el dolor fuera más grande que mi agonía, quería quitarme aquella suciedad en mi cuerpo y luego de sentirme en el cielo ahora atravesaba sola las profundidades del infierno condenada por el egoísmo lujurioso de mi padrastro.

Con mi cuerpo profanado ante sus actos no me queda nada más que deambular como un fantasma por las calles oscuras y peligrosas, ya lo malo me había pasado ¿qué otra cosa podía ocurrir?

Avergonzada como si hubiese cometido un acto indigno mantengo mi cabeza gacha.

Ni el gran lago, ni las personas caminando sobre el puente podrían hacerme olvidar o menguar mi terror, mi angustia. Solo no quería regresar a casa y enfrentarme contra aquel hijo del demonio. Mi rostro se encuentra hinchado de tanto llorar. No podía contar con nadie en esta ocasión y me temía que tenía que aguardar este doloroso secreto, tenía miedo de mi madre y de que no me creyese, ella le gustaba mucho Donald y algo en mi corazón me indicaba que preferiría elegirlo a él antes que a mí.

Muchas veces tenía el impulso de saltar y acabar con mi agonía de un solo golpe, pero era demasiado cobarde lo cual era patético.

 

Como un vagabundo sin hogar admire la llegada del alba que emergía lentamente desde los edificios, sus rayos solares apenas pudieron mantener mi calidez luego de aquella noche fría. Sin nadie a quien acudir o hablar solo me quedaba una sola cosa, tenía regresar a ese infierno, mi casa, mi supuesto hogar y enfrentarme a ese vil demonio. Limpie mis lágrimas una vez más, todo su peso, sus manoseos eran tan reales y que seguían persistentes en mi piel.

Tarde o temprano tenía que regresar y era angustiante la espera lenta en medio de aquella nada sin tener con quien hablar ¿a quién podía contarle todas estas cosas? Si tan solo tuviera a Candy a mi lado, ella me protegería, añoraba sus manos rasposas que eran evidencia de su trabajo cuando acariciaba mi pequeña carita al verme con algún problema. Mi querida niñera era la única con la que podía vivir, sé muy bien que si yo le contara toda aquella aberrante historia me recibiría con los brazos abiertos, y no podía contar con mis abuelos y después de eso ella era la única familia que me quedaba.

Mi regreso a casa fue más doloroso de lo que había pensado. Ver sus pasillos silenciosos, el pasto débil y aquella energía negra que bañaba cada rincón me estaban deprimiendo, pero de lo que pensaba y al entrar a mi habitación sentí una marejada que revolcaba mis pensamientos y recuerdos a flor de piel, me podía ver ultrajada en ese suelo afelpado por una criatura tan maligna que ni su propia imagen era refractada por los grandes espejos por miedo hacer testigos del horror.

 Su aliento, sus ojos rojos, aquella fuerza y sus malditos deseos llenos de lujuria seguían palpitantes en mi mente. Caigo de rodillas de nuevo y dejo que mi llanto salga, pero no puedo, he quedado completamente seca dejando mucho más intenso mi dolor, mi miedo al que pueda pasarme, se supone que en un hogar uno se sentía seguro, pero aquí nada me daba indicios de eso.

- ¿Heaven? -mamá entro a mi habitación confundida y solo verla parada frene a mi hace que corra y la abrace fuertemente para sentir su calidez, pero no la encuentro era tan fría y rígida que es imposible sentir protección en sus brazos- ¿qué te pasa? ¿anoche te fui a buscar para que me dieras los detalles sobre Salomón, pero no te encontré?

- ¿Te encuentras bien? -me dolía su ignorancia ¿acaso no se daba cuenta de lo que sucedió? tenía que haber un cambio distinto en mi pero no lo notaba era tan ciega que ni percibió las marcas moradas en mis brazos.

- ¡Todo bien mamá! No quedamos en nada, Salomón entiende que no quiero presiones -respondí alejándome de ella.

- ¿Qué presión? Heaven, él es un buen hombre y es poderoso, no sabes lo bien que viviríamos si tu aceptaras salir con él, tiene una importante fábrica de vinos.

Ella me estaba vendiendo para escalar otro rango más distinguido y me enfurecí mucho -no me interesa su dinero o poder mamá -le aclare quitándome la ropa frente a ella, quizás si viera esos hematomas diga algo y yo le cuente todo, pero no me miro.

-Eso lo dices ahora que eres una jovencita, pero deberías pensar en tu futuro, con Salomón tendrías todo para siempre –y ese para siempre se escuchó muy real como si la muerte no existiera para ella o solo fuera una gran mentira.

- ¡No! -grite y ella callo -basta ya, no me gusta Salomón, si lo trate fue para que no te sintieras decepcionada de mi ¿no puedes entender eso? Pero no te importa, tu solo piensas en el dinero.

- ¿Qué es lo que dices? eres una grosera, yo solo me preocupo por ti y tu futuro, no puedo creer que me grites de esa forma, eres una desconsiderada y cerro mi puerta con todas sus fuerzas dejándome con una gran pena y mi corazón roto.

¿Por qué ella no se daba cuenta de lo que me estaba pasando? todo el mundo lo sabía, ellos me miraban en las calles, pero ella no me hacía caso.

Lilliam no quiso saber más nada de mi majadería, mi mal humor, mi rostro hinchado, aquellos golpes como marca de mi suciedad no le había indicado nada ¿qué clase de madre me había tocado? una muy hermosa, pero con el corazón tan gélido y duro que podía romperse con un gesto de cariño.

 Aquella noche yo solo esperaba que ambos salieran pues necesitaba con urgencia buscar los documentos de Candy, ella sería mi única salida de este abismo. En la planta baja se encontraban las habitaciones de la servidumbre, la de Candy estaba muy junto a la cocina y era algo pequeña pero acogedora, todavía podía inhalar aquel aroma almizclado que salía de su piel y era mezclado con gotitas de vainillas que usaba como perfume por ser más económico. Asombrada de ver que aquí no pasaba el tiempo veo algunas fotos de sus nietos, chicos que deberían tener la edad igual que la mía, aun su rosario rosa estaba en la cama y tengo la necesidad de tenerlo entre mis manos, siempre la recordaba de rodillas pidiendo por mi padre, muchas veces ella me convencía que esa era la única solución para menguar su dolor, pero en eso se había equivocado.

Abro su pequeño closet y para mi sorpresa todo seguía igual todas sus pertenencias seguían aun guardadas como si nunca se hubiera ido de ahí, podía ver su pequeña caja de porcelana con sus antiguas joyas de oro, las lociones y cremas, sus vestidos floreados, las sabanas, álbum de recuerdos, todo lo que ella tanto apreciaba lo había dejado ¿pero por qué? Candy era una mujer sentimental y cada una de sus pertenencias tenía un gran recuerdo, estaba segura de que nunca las hubiera dejado, al menos que tuviera prisa o huyera de algo. Y mi cuerpo tembló lleno de iracunda, al imaginarme que aquellos dos le había hecho la vida imposible.

Hurgando entre sus bolsos cae un sobre blanco con la dirección de mi antigua casa allá en Europa, esta estaba dirigida a mis abuelos y no pude evitar sentir una mezcla de miedo y alegría por sus noticias.

- ¿Qué hace aquí señorita? –la voz gruesa y cadavérica de Margio me asusto. Di un brinquito, pero me repuse molesta por lo que habían hecho. Rápidamente escondí la carta dentro de la parte trasera de mis pantalones.

- ¿Por qué Candy dejo sus cosas? -le ordene saber, pero su cara inexpresiva con pómulos hundidos no me diría nada.

-Desconozco lo sucedido -se limitó a decir -este cuarto está prohibido.

- ¿Prohibido? ¿quién te crees que eres? esta también es mi casa para que te enteres y puedo entrar en donde se me pegue la gana, yo no necesito que tu o alguien más me digan que hacer o a donde voy a ir ¿lo entiendes?

Margio no dijo nada y con su mano gruesa me halo por el brazo para sacarme de esa habitación y dejarme fuera de ella inmediatamente.

- ¡No me vuelvas a tocar! -grité encolerizada y salí corriendo a mi habitación.

Me sentía en ascuas, necesitaba saber noticias de mi niñera ¿por qué había dejado esta carta y sus pertenencias? ¿descubriría algo de Donald? me encogía al pensar que habría pasado y lo sola que estaba. Cierro la puerta con llave y miro de nuevo ese sobre, está ligeramente amarillo y tiene su aroma. Lentamente con movimientos torpes destruyo el sello de pega y saco ese papel con tinta que tiene la hermosa y perfecta letra cursiva de ella.

Queridos Señor y Señor Condel,

Les escribo esta carta con el debido respeto que ustedes se merecen para pedirles a ambos que por favor no traten de regresar a Heaven con su madre pues me he dado cuenta que desde hace un tiempo para acá sus costumbres han ido cambiando por culpa de la influencia de ese cruel hombre, Donald Camill ,no solo es un farsante y embustero demonio que se osa a irrumpir la paz de hogares y destruir familias unidas, él también es un maldito manipulador y maltratador de mujeres, yo he visto que en múltiples ocasiones no solo le ha gritado a la señora, también delante de la servidumbre le golpea furiosamente hasta que ella deja de gritar.

Además de este gran problema han ocurrido muchas cosas, sé que ustedes no son religiosos y mucho menos creyentes pero a mi desde pequeña me han enseñado mucho sobre que en este mundo existen cosas inimaginables , cosas que perturban y desagradan y Donald lo es, yo he visto como aquel hombre ha entregado su alma al diablo para convertirse en uno de esos malditos chupa sangre, si ustedes no me quieren creer no importa pero les ruego por el alma de su hijo y por la vida de mi niña que no se la devuelvan a su madre, ella también parece mostrar rastros de su alma corrupta.

Atte. Candace Field

 

¡Malditos chupa sangre!

Mi labio inferior no deja de tiritar por culpa de aquella novedad macabra que era contada por la misma Candy, no sabría cómo imaginar aquella clase de acto satánico había visto para que insinuara que Donald ya no era humano, sobre todo estaba impactada por aquellos presuntos maltratos hacia mi madre ¿con que clase de persona estaba compartiendo techo? ¿entonces todos mis temores no solo eran infundados? Tenía que ser una ciega para no darme cuenta, él no era un humano, todos aquellos signos que ha ido demostrando mediante su descuido, el recelo con el que guardan las puertas de esta casa, su olor fétido, nunca los he visto de día.

No, no puede ser, él no era una de esas cosas ¿acaso la presencia de vampiros podía existir en pleno siglo? Sé que aquellas historias solo eran una recolección de las creencias populares en esos poblados de gente supersticiosa, tendría que haber una explicación más lógica y menos trágica porque si este fuera verdad mi vida estaba en sumo peligro, mi madre también lo estaba y si es que no es ya una de ellos.

Que, desdicha, era agobiante lo que me sucedía, primero la muerte de papá, después la enfermedad de la abuela y ahora esto ¿pero en donde podría estar Candy? tendría que haberse escapado, pero no podía ser tan optimista, todas sus pertenencias y esta carta que jamás llego a las manos del abuelo seguían ahí.