Capítulo 16: “Silencios compartidos”

La lluvia golpeaba los ventanales del penthouse de Kang Min-jun con una suavidad casi rítmica. Era una mañana gris, de esas que invitan a quedarse en casa. Jisoo, aún en pijama, tenía al bebé entre sus brazos. Min-jun, sentado frente a ellos con una taza de café, no podía dejar de mirar la escena.

—¿Te despertó temprano? —preguntó con la voz rasposa del sueño.

Jisoo asintió con una sonrisa cansada, acariciando el cabello suave de su pequeño hijo, Min-ji.

—A las cinco. Pero no me molesta… Lo miro y se me pasa todo.

Min-jun observó con una expresión que ya no era del todo fría. Había en él una ternura contenida, una lucha interna entre el hombre que había sido y el que ahora aprendía a ser. Había aprendido a no esconder sus emociones… al menos no con ellos.

—A veces… —dijo Min-jun, bajando la vista a su café— me da miedo no saber ser un buen padre.

Jisoo levantó la cabeza, sorprendido por la honestidad. Se acercó, con el bebé dormido entre los dos.

—A mí también me da miedo. Pero… lo estamos haciendo juntos, ¿no?

Min-jun alzó la mirada. Ahí estaba, su Omega, con ese corazón inmenso que lo había desarmado desde el principio.

—Sí —respondió con suavidad— juntos.

En la empresa, las cosas también habían cambiado. Algunos empleados aún murmuraban sobre la relación entre el CEO y su pareja, pero nadie se atrevía a faltarle el respeto. Min-jun seguía siendo el mismo líder imponente, pero algo en él había cambiado. Las decisiones eran igual de firmes, pero su mirada tenía otra profundidad.

Esa semana, Min-jun debía viajar a Japón por negocios. Iba a ser la primera vez que se separaría de Jisoo y del bebé más de dos días. Jisoo trató de mostrarse fuerte, pero la despedida en el aeropuerto fue silenciosa y pesada. Se abrazaron largo rato. Sin palabras. Solo el temblor en las manos de Jisoo hablaba por él.

Min-jun le besó la frente, largo, con devoción.

—Volveré pronto. No te preocupes por nada. Te amo, Jisoo.

Fue la primera vez que lo dijo así, directo, sin barreras. Y Jisoo, con lágrimas en los ojos, respondió temblando:

—Yo también te amo, Min-jun.

Y mientras el avión despegaba, en Busan caía la misma lluvia que los había unido meses atrás. Dos almas que alguna vez se encontraron bajo la misma luna… y que ahora caminaban hacia el futuro tomados de la mano, sin miedo.