La distracción olfativa le había comprado a Kaelen unos minutos preciosos. Se movió con rapidez y silencio a través de la vasta cámara de confluencia, manteniéndose pegado a las sombras proyectadas por las enormes tuberías y maquinaria, mientras los carroñeros al otro lado seguían tosiendo y maldiciendo por el repentino asalto químico a sus sentidos. Alcanzó la boca del túnel objetivo –indicado en el mapa de Oráculo como el colector principal que pasaba por debajo de la Zona Roja– y se deslizó en su interior sin mirar atrás.
Si el túnel anterior había sido fétido, este era una pesadilla olfativa. Era mucho más grande, quizás cinco metros de diámetro, y el flujo de líquido oscuro en el fondo era más profundo y rápido, un río subterráneo de desechos urbanos e industriales que emitía un hedor sofocante y corrosivo. Una estrecha pasarela de servicio, similar a la de los túneles anteriores pero más ancha y cubierta por una capa aún más gruesa de lodo resbaladizo, corría a un lado, a un metro por encima del flujo principal. El aire era pesado, húmedo y sabía a metal oxidado y a la esencia misma de la descomposición. Kaelen se alegró de haber mejorado su Resistencia; sin ella, probablemente ya estaría vomitando o sufriendo los efectos de los gases tóxicos.
Avanzó por la pasarela, el haz de su linterna revelando un entorno de pesadilla. Las paredes de hormigón estaban cubiertas de extraños crecimientos fúngicos bioluminiscentes que emitían un débil y enfermizo resplandor verdoso o azulado, proporcionando una iluminación mínima pero profundamente inquietante. Estos hongos parecían pulsar suavemente, y Kaelen evitó instintivamente tocarlos. El goteo constante del techo creaba estalactitas de residuos calcificados, y el flujo oscuro de abajo a veces arrastraba objetos grandes y de formas perturbadoras.
El mapa de Oráculo indicaba que este túnel corría directamente bajo el perímetro de la Zona Roja y luego se adentraba en ella, con varios puntos de acceso laterales (la mayoría probablemente derrumbados o sellados) que llevaban a los niveles inferiores de las ruinas de la superficie. Su objetivo, el centro de investigación abandonado, requería que siguiera el túnel principal durante varios kilómetros y luego tomara un conducto secundario específico.
El viaje era monótono pero increíblemente tenso. Cada sonido desconocido –un chapoteo fuerte en el canal, un raspado en las paredes, un eco extraño en la distancia– hacía que Kaelen se detuviera, agazapado, barriendo la oscuridad con su Percepción P7 y su linterna. Los 7 PS que había ganado le daban un mínimo margen, pero sabía que no eran suficientes para enfrentar una amenaza seria. Su mejor defensa era la detección temprana y la evasión.
Encontró más signos de vida, o al menos, de paso. Huellas frescas (algunas extrañamente grandes o deformes) en el lodo de la pasarela, restos de fogatas apagadas en nichos laterales, y más grafitis crípticos pintados con pigmentos bioluminiscentes o sangre seca. Algunos parecían marcas territoriales de facciones desconocidas, otros advertencias ("ZONA ROJA EMPIEZA AQUÍ - NO HAY RETORNO", "LOS GUSANOS VEN TODO"), y otros eran simplemente símbolos demenciales o blasfemos.
Después de aproximadamente una hora de camino, notó un cambio en el ambiente. El débil resplandor bioluminiscente de los hongos en las paredes se hizo más intenso, proyectando sombras más largas y extrañas. El aire pareció volverse más pesado, y el olor a químicos se intensificó, mezclándose con un nuevo aroma metálico, como a sangre vieja o a metal ionizado. Según el mapa, estaba entrando en la sección del túnel que pasaba directamente bajo la Zona Roja.
Fue entonces cuando encontró el primer cadáver.
Estaba tirado en la pasarela, parcialmente oculto por una curva del túnel. Era un carroñero, a juzgar por su armadura improvisada y su arma (una tubería afilada) caída a su lado. No parecía llevar mucho tiempo muerto; la sangre que manchaba el hormigón a su alrededor aún estaba húmeda, aunque oscura. La causa de la muerte era brutal: múltiples heridas profundas y desgarradas en el torso y las extremidades, como si hubiera sido atacado por un animal grande y salvaje con garras enormes. No había señales del atacante.
Kaelen se acercó con extrema cautela, barriendo los alrededores con su linterna y su Percepción. No detectó movimiento inmediato. Examinó el cadáver brevemente. Lo que más le inquietó fue la expresión del rostro del carroñero: una máscara de absoluto terror congelado. Y había algo más... alrededor de las heridas, la carne parecía extrañamente pálida y seca, como si algo hubiera... drenado algo más que sangre.
Un escalofrío recorrió a Kaelen, a pesar del calor húmedo del túnel. Los "Ghouls de la Zona Roja" de las leyendas urbanas... ¿eran reales? ¿O era obra de alguna criatura mutada aún más extraña producto del desastre original que creó la Zona Roja?
Decidió no quedarse a averiguarlo. Registró rápidamente el cadáver en busca de algo útil, una acción pragmática y sombría dictada por la necesidad. Encontró unos pocos créditos de bajo valor, media ración de comida mohosa (que desechó) y, lo más útil, una batería de energía casi llena, compatible con su linterna y su Modificador de Señal. Cambió la batería agotada de su Modificador por la nueva. Ahora tenía de nuevo una herramienta defensiva funcional, aunque esperaba no tener que usarla.
[Sistema: Batería de Energía Estándar (Carga: 90%) añadida/reemplazada en Inventario.]
Dejó atrás el cadáver y continuó su camino, ahora con una sensación de urgencia y temor mucho mayor. Ya no solo se enfrentaba a los peligros "normales" del subsuelo de Neo-Veridia; había entrado en un territorio donde las reglas de la supervivencia parecían ser diferentes, más primarias y mucho más letales.
El túnel continuó. Pasó por varias intersecciones con túneles laterales más pequeños, la mayoría bloqueados por derrumbes o rejillas oxidadas. Consultaba constantemente el mapa de Oráculo y su propia percepción para asegurarse de que seguía la ruta correcta hacia el conducto secundario que llevaba al centro de investigación.
En una de estas intersecciones, escuchó ruidos provenientes de un túnel lateral que no estaba completamente bloqueado: raspaduras, gruñidos bajos y un sonido húmedo y desagradable, como de algo masticando. Dirigió el haz de su linterna hacia la abertura. Dos pares de ojos rojos y brillantes le devolvieron la mirada desde la oscuridad antes de desaparecer rápidamente. Eran bajos, se movían rápido. No pudo distinguir la forma de las criaturas, pero no parecían humanas. Decidió no investigar y aceleró el paso por el túnel principal.
Finalmente, después de otra media hora de avance tenso, encontró el conducto secundario indicado en el mapa. Era una tubería de drenaje más pequeña, de aproximadamente un metro de diámetro, que salía del túnel principal en ángulo ascendente. Estaba parcialmente obstruida por lodo y escombros, pero parecía transitable. Según Oráculo, este conducto debería llevarlo a los niveles del sótano del centro de investigación abandonado.
Se detuvo antes de entrar, escuchando atentamente. Silencio, salvo por el goteo constante y el flujo distante del canal principal. Este era el último tramo. El más peligroso. Estaba a punto de entrar en el corazón de la Zona Roja, en el lugar específico que Oráculo quería que investigara. La recompensa estaba cerca, pero también, sin duda, los mayores peligros.
Respiró hondo el aire fétido, preparándose mentalmente. Comprobó su vibro-cuchillo, se aseguró de que el Modificador de Señal estuviera accesible. Con solo 7 PS, cada decisión era crítica. Entrar en ese conducto era comprometerse por completo con la misión.
Con una última mirada a la oscuridad opresiva del túnel principal, Kaelen se agachó y comenzó a arrastrarse por la estrecha y fangosa boca del conducto secundario, adentrándose en lo desconocido.