—¿Qué pasa? —Fang Xinxin hizo una pausa y se volvió para mirarla.
—Xinxin, ven... ven aquí, siéntate —Fang Lilan extendió la mano y tiró de ella hacia el sofá—. Hace mucho tiempo que no charlamos como madre e hija.
—Es cierto —Fang Xinxin retiró su mano y sonrió fríamente—. La última vez que lo hicimos fue cuando tenía once años. Han pasado casi ocho años. Todo lo que has hecho desde entonces es ordenarme que haga esto y aquello.
—¡Mírate, niña! ¿De qué estás hablando? —Fang Lilan la miró con amor—. Eres la hija de mamá. ¿Qué hay de malo en pedirte que hagas algunas cosas por mí? ¿Hay algún hijo en este mundo que no haya trabajado por su madre?
—Pero en este mundo, realmente no hay madres que sean tan... —Fang Xinxin se volvió hacia un lado y examinó su rostro ligeramente arrugado, espesamente empolvado, pero atractivo.
Fang Lilan no deseaba escuchar tales palabras.