Jane o Calista.

Kyle saltaba de una casa a otra como un chico de compañía, pero no le importaba porque era una gran manera de pasar el tiempo.

Kyle entendía que pronto no tendría tanto tiempo libre, así que era mejor darles toda la atención que pudiera por el momento.

Calista lo sentó en el sofá, pero Kyle podía oler el sudor de su delicada piel.

—Quítate la camisa —Calista le indicó con voz suave y Kyle no tenía razón para objetar.

Se quitó la camisa y los ojos de Calista se centraron en la herida de su torso.

—¿Te duele? —preguntó Calista.

—No, ya no —respondió Kyle, sintiendo sus fríos dedos recorrer los bordes.

—¿Estás seguro? —Calista preguntó una vez más. Sabía que la herida podría estar sanando, pero aún no lo había hecho.

No había manera de que no le ardiera, pero Kyle mantenía una cara valiente.

—Estás a salvo ahora... —susurró Calista antes de montarse sobre él.