—Jaja, tu mirada es ciertamente aguda —rio el anciano de blanco—. Reconocerme con solo una mirada.
—¿Quién en el País Xia no conoce, no reconoce la venerable apariencia de usted, señor? —dijo Li Yuan con una sonrisa respetuosa.
Este respeto venía desde el fondo de su corazón.
En términos de fuerza, naturalmente, Dongfang Ji era el más poderoso, indiscutiblemente la primera persona de la civilización.
Pero dentro de los límites del País Xia, si se habla únicamente de prestigio, quizás este anciano ocupaba un lugar más alto.
Esto era la acumulación de años, no algo meramente suprimible por la fuerza sola.
—Li Yuan, usándote como cebo para establecer una formación de muerte, no deberías tener ninguna objeción, ¿verdad? —habló indiferentemente el hombre de negro, mirando a Li Yuan.
Su mirada era muy tranquila.
—Ninguna en absoluto, es lo que debe hacerse —respondió Li Yuan con firmeza—. Confío en la decisión del director.