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En este punto, los dos jóvenes sabían que se habían metido con la persona equivocada.
Desde el momento en que vieron que Miguel no mostraba miedo, un mal presentimiento se instaló en sus estómagos. Algo andaba mal.
Para ser honesto, quizás fue porque él venía de un mundo donde, aunque el estatus importaba, no era hasta el punto de la sumisión absoluta.
Dejando de lado su apariencia y ropa costosa, Miguel se comportaba de una manera que solo aquellos con poder lo hacían en este mundo.
Emanaba un aire de libertad.
No es que no hubiera plebeyos heroicos, pero esos plebeyos vestían como plebeyos.
No es que los dos jóvenes hubieran esperado que este fuera un trabajo fácil—sabían que los hijos de nobles podían ser difíciles.
Lo que no esperaban era que este no solo los descartara por completo sino que también fuera terriblemente hábil en el combate.
Una ola de emociones negativas los invadió—miedo, arrepentimiento, confusión.