—Tu única opción es seguirme y hacer lo que yo diga —dijo Miguel.
Lian esperó.
Ace también.
Pero después de unos segundos, Miguel no dijo nada más.
—¿Eso es todo? —Lian no pudo evitar preguntar.
Usualmente, cuando a alguien se le daba una opción, ¿no había al menos dos opciones?
¿Qué clase de estafa era esta?
—¿Cuál es la otra opción? —tartamudeó Ace cuando el aire de repente se volvió pesado, asfixiándolos.
Una voz escalofriante resonó en sus oídos.
—No hay otra opción. Pero si existiera una, solo sería la muerte.
Por un momento, realmente pensaron que iban a morir.
Inconscientemente, sus ojos fueron atraídos hacia los de Miguel. No sabían si era una ilusión, pero parecían brillar en verde, proyectando una luz siniestra sobre la situación.
—Te seguiremos, mi señor.
Ace fue el primero en hablar, seguido rápidamente por Lian.
Esta era la primera vez que cualquiera de ellos mostraba deferencia hacia un noble.